Separación de Panamá de Colombia, la historia desconocida

Convención_Nacional_de_1904El joven sociólogo, historiador y politólogo Olmedo Beluche, nos adentra a conocer la verdadera historia de nuestra separación, una historia escondida por la burguesía comercial que impedía que nuestra juventud estudiosa y la clase obrera panameña las conociera. Por ello, la Central Nacional de Trabajadores de Panamá la hacemos propia y parte de nuestro estudio permanente, para desenmascarar la burguesía panameña que se alimenta, se aprovecha  la ignorancia y la poca cultura de la población en que la tiene sumida.

Pero, basta ya del cerco educativo y cultural, empecemos a elevar nuestra cultura ideo política para ser libre, tal como nos legara el gran apóstol José Martí.

De allí, la verdadera importancia del Equipo de Lucha Ideológica de la Central Nacional de Trabajadores de Panamá.

Ahora bien, esto es parte de la historia no enseñada por nuestro sistema formal escolar, donde nos coloca a los próceres por héroes de la patria cuando todo fue una trama estructurada por los intereses norteamericanos para cumplir  con su expansionismo acorde a la doctrina Monroe.

Los verdaderos patriotas y en especial la clase obrera tenemos el deber ineludible de conocerla y estudiarla, consciente que los hechos no ocurren al azar. Si,  hoy la población y en particular los estudiantes rinden honor a la patria, a sabiendas que contrario a lo que usualmente afirma  la historia oficial panameña.

Debemos nosotros la clase obrera panameña saber que la separación de Panamá de Colombia en 1903, no fue producto de un movimiento genuinamente popular, ni de un anhelo liberador de los istmeños frente al “olvido” en que supuestamente nos tenía Bogotá.

El estudio documental de la época más bien demuestra una integración cultural y política de los panameños en el conjunto de la nación colombiana, incluso entre los sectores de la oligarquía comercial conservadora de la ciudad de Panamá, que sería agente de la conspiración separatista (Beluche, 2003).

Los actores principales de este drama son: el expansionismo imperialista de Estados Unidos, expresado en su carismático presidente Teodoro Roosevelt; la quebrada Compañía Nueva del Canal, de capitales franceses, representada por Philippe Bunau Varilla; en el centro de los hechos, el prominente abogado neoyorkino William N. Cromwell, verdadero cerebro de la separación, y representante legal tanto de la Compañía Nueva del Canal como de la Compañía de Ferrocarril de Panamá; los agentes norteamericanos y panameños de la Compañía del Ferrocarril, como José A. Arango y Manuel Amador Guerrero; y, por supuesto, el venal e inepto gobierno colombiano del Vicepresidente Marroquín.

A fines del siglo XIX, Estados Unidos iniciaba su proceso de expansión en el Caribe, desplazando de allí a sus otrora rivales, España e Inglaterra. A la primera le arrebató Cuba y Puerto Rico con la guerra de 1898; con la segunda firmó el Tratado Hay-Pauncefote en 1901, por el cual se reconocía la preeminencia norteamericana en la posible construcción de un canal por el istmo centroamericano.

El canal era una necesidad lógica del desarrollo capitalista norteamericano, ya que era la única forma de integrar y comunicar sus costas atlántica y pacífica.

Por supuesto, concretar el negociado pasaba: primero, por convencer al gobierno y al Congreso de Estados Unidos de optar por Panamá; segundo, firmar un tratado con Colombia que autorizara a ese país para terminar la obra iniciada por los franceses. En enero de 1902, el senador John Spooner a instancias de Roosevelt presentó el proyecto de ley que autorizaba a su gobierno a negociar con Panamá y que anulaba la precedente Ley Hepburn, que favorecía a Nicaragua.

Ese año el esfuerzo se centró en negociar con Colombia el tratado. Camino que estuvo lleno de dificultades, dada la actitud patriótica del negociador José Vicente Concha, que objetó reiteradamente aspectos leoninos del tratado propuestos por el Secretario de Estado John Hay.

Sin embargo, la presión norteamericana pudo más, forzando al gobierno del Vicepresidente Marroquín a desautorizar reiteradamente a su embajador, el cual finalmente renunció. El camino quedó despejado para un acuerdo, firmado en enero de 1903 y que llevó el nombre de Tratado Herrán – Hay.

Pero este tratado, cayó como una bomba en Colombia, y Panamá por extensión. Mediante el acuerdo se segregaba una zona de 5 kilómetros a cada lado del canal, incluyendo ríos, lagos y los principales puertos, en la cual Norteamérica tendría plena jurisdicción.

El “canal francés” sólo segregaba 200 metros a cada orilla sin menoscabo de la soberanía nacional. Además la compensación económica que se proponía (10 millones de abono y 250.000 dólares anuales) era evidentemente inferior a lo que ya el estado colombiano recibía por los derechos del ferrocarril (250 mil dólares anuales) y otros tantos por uso de los puertos. Comparado con el Salgar-Wyse, el Herrán-Hay era totalmente inconveniente.

Había otro escollo: el tratado contemplaba el pago de 40 millones de dólares que Estados Unidos haría a la Compañía Nueva del Canal en compensación, pero esto era completamente ilegal, pues estaba claramente prohibido por la Constitución y por el propio Salgar-Wyse, que impedía a esta empresa traspasar sus propiedades a un gobierno extranjero. El Tratado Herrán – Hay nació, pues, condenado por la opinión pública colombiana y panameña, especialmente por el menoscabo de la soberanía.

El gobierno de Marroquín tuvo ante el Herrán – Hay una actitud incongruente: por un lado, había autorizado a su embajador a Tomás Herrán a firmarlo; por otro, no puso empeño en defenderlo, especialmente ante el Congreso, que fue convocado en junio de 1903 para ratificarlo.

Pero no era la soberanía lo que preocupaba al gobierno de Marroquín, sino que se centró en tratar de recibir una tajada de los 40 millones que recibirían los accionistas de la Compañía “francesa”. Sin saberlo Marroquín (creemos), con esta aspiración tocaba las fibras más sensibles de poderosos intereses norteamericanos, lo que les llevaría a seccionar al Departamento del Istmo, pues no estaban dispuestos a renunciar a su ganancia.

Cuando el Congreso colombiano cerró sus sesiones sin ratificar el tratado, a mediados de agosto de 1903, emitió una resolución que expresaba la esperanza de que en 1904, cuando las propiedades de la Compañía francesa hubieran pasado a Colombia, por expirar el contrato Salgar-Wyse, se estaría en mejores condiciones de negociar con Estados Unidos.

El razonamiento era simple, pero equivocado: en pocos meses quedarían fuera de la negociación los franceses y podrían negociar directamente, sin un tercero de por medio, Bogotá y Washington.

¿Qué apuro podía tener Teodoro Roosevelt si hasta terminaría pagando menos, porque se podría ahorrar esos 40 millones? Era lógico, pero errado, porque Roosevelt y sus socios eran los reales beneficiarios de esos 40 millones, y no los franceses.

De ahí que el rechazo del Tratado Herrán-Hay por el Congreso colombiano, desencadenara la trama de la “Separación”, que empezó a prepararse ante la eventualidad, desde junio o julio de 1903.

William N. Cromwell hizo viajar a Nueva York desde Panamá al capitán J.R. Beers, agente de fletes de la Compañía del Ferrocarril de Panamá; se dice que se entrevistó en secreto (en Jamaica) con el abogado panameño de esta empresa (Co. Ferrocarril de Pmà), y prócer de la separación, José A. Arango; y finalmente recibió por dos meses, entre fines de agosto y fines de octubre, a Manuel Amador Guerrero, otro empleado de la Co. Ferrocarril de Pmà y futuro primer presidente de la República de Panamá, para tramar los hechos del 3 de Noviembre.

La ganancia estimada, propició que los accionistas norteamericanos de la “compañía francesa del canal”, invirtieran grandes sumas que sirvieron para pagar miles en sobornos que oficiaron de parteras de la nueva república, por supuesto, con el apoyo de varias cañoneras de la Armada que convenientemente Ted Roosevelt envió a principios de noviembre para “tomarse el Istmo”. Lo demás es historia conocida y se repite en espiral como tragedia y comedia nuevamente.

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