Ni España, ni los españoles fueron rescatados.Europa acudió al rescate de los bancos y del gran capital… con cargo a los ciudadanos españoles. El Estado y sus ciudadanos fueron los estafados. Toda una generación pagará aquella estafa.

Pocos días antes de que la banca española fuese rescatada por primera vez en su historia, el presidente del Gobierno aún insistía: “No va a haber ningún rescate de la banca española”. El sábado 9 de junio de 2012, tras intensas negociaciones con el FMI y los socios europeos, el rescate financiero pasaba del territorio de los temores al de las realidades. Eso sí, la palabra “rescate” nunca fue pronunciada por los portavoces oficiales de la época.

Un día antes, el viernes 8, empezaba la Eurocopa de Polonia y Ucrania. La selección española, encuadrada en el grupo C, debutaba ante Italia el domingo (18.00) en la ciudad polaca de Gdansk. La economía hacía aguas, la prima de riesgo había escalado hasta la categoría de noticia preocupante, pero en lo deportivo no nos podía ir mejor. Tocaba revalidar la corona europea de 2008 y la mundial de 2010 (y se hizo).

La inminencia de un rescate avanzada por la agencia Reuters a las 10.20 de esa mañana reanimó al Ibex, que acababa de despedirse de un mes de mayo calamitoso. Con la probabilidad de la intervención de auxilio más cerca que nunca, acabó cerrando la mejor semana del año con un rebote del 8%.

Visto con perspectiva, el principal índice bursátil español aún tenía que tocar suelo (24 de julio, en confluencia con el máximo histórico de la prima de riesgo), pero aquello fue el prólogo de una larga y lenta remontada.

Pese a las fuentes europeas que daban por hecha la petición de rescate para ese mismo sábado, el Gobierno seguía insistiendo en que la decisión no estaba tomada: “No hay nada decidido”, insistía la portavoz Sáenz de Santamaría en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

Frente al moderado optimismo de las bolsas, la prima de riesgo cerró ese día con una escalada de 15 puntos que seguiría su curso en las semanas posteriores tras rebasar la cota psicológica de los 600.

Mientras tanto, expertos y analistas ya trataban de explicarnos en qué consistía un rescate financiero, las distintas modalidades y contrapartidas y hasta el posible importe (entre 40.000 y 60.000 millones para sanear un sector bancario atragantado de ladrillo).

En pocas horas, la tensión informativa alcanzaría un pico de actividad: el rescate era un hecho.

El adelanto de la publicación de un informe del FMI sobre las necesidades de la banca española aceleró los acontecimientos en una jornada que marcó para siempre la historia reciente de España. Durante todo ese sábado, el presidente del Gobierno permaneció en silencio. El ministro Luis de Guindos, único miembro del Ejecutivo que dio la cara, se esmeró por restar dramatismo al proceso, evitando en todo momento usar la palabra rescate. Aquello había sido un crédito europeo “en condiciones muy favorables”.

Desaparecido de escena durante todo el día R, Mariano Rajoy compareció ante la prensa en Moncloa para dar explicaciones un día después de la activación de un rescate de hasta 100.000 millones que él definió como una “línea de crédito europea”.

Tenía algo de prisa por acabar aquella rueda de prensa improvisada, un avión le esperaba para ir a ver el estreno de España en la Eurocopa. Y así lo expresó con total naturalidad cuando le preguntaron por qué se iba al fútbol en un contexto como aquel: “Me voy porque creo que es bueno que el presidente español esté en el partido inaugural de la selección”. “Si esta situación no estuviera resuelta, yo no iría” [Ver las frases más destacadas en vídeo].

Así resumió el propio presidente lo ventajoso de la transación.

Horas después, en la grada, tenía mejor expresión facial (aunque aquel España-Italia acabara 1-1).

Además de eludir la palabra “rescate”, el Gobierno puso todo su empeño en enfatizar que no habría “ningún tipo de condiciones macroeconómicas o fiscales”. En pocas horas, el Eurogrupo desmontaba la tesis oficial asegurando que vigilaría con mano de hierro la consolidación fiscal y las reformas estructurales en el mercado de trabajo

En respuesta a la protesta unánime de los grupos parlamentarios ante la más que previsible financiación pública del rescate, Rajoy declaró ante el pleno del Congreso cuatro días después que los contribuyentes no pagarían un euro. Seguía, eso sí, sin llamarlo rescate. Y sin decir toda la verdad.

Cuatro años después, la foto finish de aquella operación ventajosa arrojaba unos números adversos para las finanzas públicas: de los 51.300 millones de euros que se inyectaron en el sistema bancario, más de la mitad (26.300 millones) nunca se recuperará, o sea, que ha corrido por cuenta del Estado (o del contribuyente).

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