Raíces históricas de la independencia de Panamá de España

Jaime Flores Cedeño

Columnista/ Estrella de Panamá
4/03/2021

Los 200 años de la Independencia de Panamá de España deben verse como un evento que trascendió en nuestra historia y cimentó las bases del ser nacional. No fue una gesta exclusiva de las élites blancas de la ciudad, como algunos historiadores han querido resaltar, dando lugar a determinados cultos hacia los próceres.

Lo anterior constituye una visión restringida y superficial de ese acontecimiento y no profundiza en las raíces históricas que forjaron el acto independentista. Soslaya, además, a sus verdaderos precursores que fueron los indígenas y cimarrones, cuya lucha anticolonial se remonta desde el momento en que los españoles pisaron nuestra extensión ístmica.

España implementó, por espacio de 300 años, una maquinaria de coloniaje cruenta, y discriminatoria, en América Latina, que produjo millones de muertos entre originarios y la población negra. Esto se debió, principalmente, a los trabajos forzosos a que eran sometidos y las enfermedades que trajeron del viejo mundo.

El sistema esclavista contó con el apoyo de la Iglesia católica y tuvo sus detractores internos en hombres como: fray Antonio de Montesinos, quien denunció el trato cruel hacia los indígenas en su célebre sermón de Adviento en 1511, donde manifestó ante la presencia de Diego Colón y altos funcionarios las barbaries que se cometían.

Las riquezas expoliadas servían para alimentar los lujos y la vida opípara de los reyes que mantenían a sangre y fuego el control de las colonias. Esta estructura de opresión comenzó a estremecerse con las rebeliones de indígenas y cimarrones, que preferían morir, antes de continuar atados a la esclavitud. La historia registra las palabras del líder indígena Hatuey, cuando el sacerdote le preguntó, antes de ser quemado vivo, si quería convertirse en cristiano, “¿Y los españoles también van al cielo?”, fue la respuesta del cacique, el sacerdote respondió que sí. “Entonces no quiero ir allá, sino al infierno, por no estar donde estén y por no ver gente tal cruel”.

Igual sucedió siglos después, en 1781, con el levantamiento en Perú de Túpac Amaru II, quien, al ser capturado, fue objeto de un interrogatorio por parte del visitador. Este al pedirle el nombre de sus cómplices recibió del cacique la siguiente respuesta: “Aquí solo hay dos culpables, tú por oprimir a mi pueblo y yo por querer liberarlo”, luego sería descuartizado y sus restos exhibidos en la ciudad.

Las rebeliones se extendieron en todas las colonias, incluyendo Panamá, que fue escenario de duras batallas, con héroes poco resaltados por la historia como: Quibián, Urracá, París, Bayano, Felipillo y Antón Mandinga, por citar algunos, y que merecen ser dignificados en las actividades del Bicentenario. Esperamos que algún Gobierno pueda ponerle el nombre de estos luchadores a calles y avenidas del país y se puedan edificar estatuas y placas en su honor.

Un tema que no puede obviarse al analizar la independencia fue la guerra librada por espacio de una década en Suramérica, bajo el liderazgo de Simón Bolívar, y otros prestantes militares, que fueron protagonistas junto a sus ejércitos de memorables batallas épicas y de un proyecto de unidad continental conocido como: La Gran Colombia y del cual formamos parte hasta la muerte del Libertador.

Coincidimos con la Dra. Susana Richa de Torrijos, quien en un reciente escrito propuso hacer mérito en las actividades del Bicentenario al aporte patriótico de La Villa de Los Santos, por haber dado su población el “El primer Grito de Independencia”, 18 días antes de que lo hiciera la urbe citadina. El ejemplo heroico dado aquel 10 de noviembre de 1821, fue seguido de forma patriótica por otros pueblos del interior.

La conmemoración de estos dos siglos de independencia debe servir para generar un amplio debate histórico, entre académicos, investigadores y dirigentes de organizaciones nacionales, que permita analizar la evolución política, económica y social que ha tenido el país desde la llegada de los españoles, y el consecuente anhelo de libertad, y no sometimiento a Nación extranjera, demostrado por los panameños a lo largo de su historia, más aún, cuando se habla hoy día de bases estadounidenses en nuestro suelo patrio.

Con la independencia, la burguesía tuvo un reacomodo en sus libertades y economía, no así los pobres que vivían en las afueras de las murallas de la ciudad, que siguieron viviendo en la precariedad, producto de la política de exclusión implementada por la élite blanca. Esta situación se mantuvo invariable en el decimonono, y permaneció en el siglo XX, con los grupos oligárquicos que llegaron al poder.

Prof. de Filosofía e Historia/
Abogado

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