Podemos, sensatez y radicalidad.

Por lo tanto, absoluto respeto a las decisiones democráticas del cónclave podemista. Ya no vale eso que tanto gusta a Manolo Monereo de que Podemos es un “ente en evolución”, queda muy bien, pero ya no vale. Ha evolucionado, no sé si hacia el concepto gramsciano del partido como “intelectual orgánico”, marcado por el rigor, la coherencia y la “hegemonía ética”; o hacia el partido marcado por el “bonapartismo”, con el peligro de crear su propia Santa Elena. En todo caso, ha llegado, y lo racional es darle tiempo.

Esos y esas que se escandalizan por la radicalidad de Podemos más les valdría darse una vuelta por los muchos barrios periféricos de sus ciudades para entender por qué España se está radicalizando.

Más allá de lo anterior, y como era de esperar, ya se han desatado los truenos; el apocalipsis social está a la vuelta de la esquina. No es nuevo que se “tema” a quienes pueden poner en cuestión aspectos de un orden social y económico que no favorece precisamente a la mayoría.

Así, tanto el PSOE, como el PCE y más tarde Izquierda Unida levantaron temores en los poderes fácticos del momento. Lo que posteriormente ocurrió todos lo sabemos. Nada nuevo, bajo el sol. Hoy, en la realidad vigente, le toca a Podemos y a su líder Pablo Iglesias ser herederos de un supuesto tsunami social. Que, al igual que los referidos, no se cuestiona el orden económico y social actual. Como mucho, reformas puntuales, que en estos momentos son sensiblemente moderadas, pero son aquellas que se tenían y que se ha perdido en base a la eficiencia y eficacia neoliberal; porque este país ha sido empobrecido brutalmente y hay que volver a recuperar lo que antes de 2008 se tenía.

El miedo está siendo agitado a raíz de lo ocurrido en Vistalegre II, y va por barrios ideológicos. Desde los sectores que representan a las finanzas y a la derecha social, que ven un peligro a sus intereses de clase, hasta otros que llamándose de izquierdas y a la vista de la “radicalización” de Podemos, vaticinan más Rajoy, como si éste estuviese en el gobierno gracias a Podemos y no haya ganado elecciones o no haya sido aupado por el PSOE.

Que Podemos es radical no me cabe la menor duda, pero su radicalidad no está en lo que se quiere hacer ver desde los partidos del orden establecido, léase PP/PSOE, y de sus voceros editoriales, sino en que va a la raíz de las causas que hicieron y hacen que este país se esté hundiendo en el abismo de la pobreza, la desigualdad y la pérdida de derechos.

Esos y esas que se escandalizan por la radicalidad de Podemos más les valdría darse una vuelta por los muchos barrios periféricos de sus ciudades para entender por qué España se está radicalizando.

Un país que gracias a los que siguen sin enterarse de nada, o sí se enteran demasiado, es el segundo de la Unión Europea con mayores niveles de pobreza infantil. Una “bagatela” de dos millones de niños y niñas pobres en España.

La pobreza aumenta a una velocidad media anual del 9%, según estadísticas. Seis millones de trabajadores y trabajadoras cobran menos de 650 euros al mes. Un millón y medio de familias tienen a todos sus integrantes en paro y la mitad de estas familias no reciben ningún ingreso. Un día sí y otro también decenas de personas van al paro; las mujeres son asesinadas cual maldición bíblica, sin que el poder establecido diga o haga algo.

Lo expuesto, se denuncia desde posiciones radicales de izquierda. No precisamente desde los estamentos que demonizan la radicalización de los morados. Una radicalidad que por objetiva y fehaciente; por veraz y por ética es sensata. Porque, sencillamente obedece a la explotación de muchos por el capricho de unos pocos. Y esta denuncia, es la que no gusta a los promotores de la Gran Coalición y palmeros respectivos.

A la nueva formación política de izquierdas le toca ser realmente alternativa, sino de gobierno (que es otro cantar), sí de oposición tanto parlamentaria como de calle.

Toca dar a la gente respuestas sobre situaciones sociales sangrantes, que no dará el PP y tampoco el PSOE; el primero, por definición y el segundo porque los hechos, que son “autoridad incontrovertible”, muestran hasta la saciedad que poco, de él, se puede esperar. Así, Podemos con IU y los movimientos sociales, en ese “Unidos Podemos” deben mostrar que sí es posible hacer oposición y, en su caso, llegar a confrontar, con propuestas, leyes parlamentarias. Que el Parlamento será todo ” lo burgués” que se quiera, pero es de donde emanan las leyes. La calle, con las manifestaciones tienen su porqué, claro que sí, propician iniciativas, presionan, pero no hacen las leyes; nunca las hicieron.

En fin, Podemos tiene, junto con el resto de la izquierda radical, que poner la letra a la música que suena. Parece que esa música toca que se quiere cambiar la realidad. Vale. Pero para ello, mucho me temo, “que hay que poder, hay que ser poder, hay que tener poder y obviamente hay que estar en el poder”. Si será posible, esa letra, sin perder la sensatez y la radicalidad, es el gran dilema.

Por José Manuel Barreal San Martín

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