Por: Mario Enrique De León, Estudiante de Sociología, Universidad de Panamá._
Tema a que muchos rehúsan discutir porque evitan que sean calificados de rojos, de traicioneros o de mercenarios. Calificaciones que denotan cierta pobreza intelectual de quiénes las emiten. Es más cómodo pasar por desapercibido o repetir el mismo discurso del lugar donde se encuentran socializando. Tampoco se puede negar que algunos por razones laborales u otros no podrían emitir juicios a favor o en contra ya que les son vetados. Además, se agrega la confusión por la alta desinformación de los medios de comunicación, que no es mera casualidad, sino el cumplimiento de una agenda política-ideológica por cumplir. En conjunto con este último, nunca faltará el relato de un conocido emigrante, que no es más (por eso no menor) que su experiencia personal y no propia de un ejercicio exhaustivo de reflexión.
En calidad de estudiante de sociología, cristiano y latinoaméricano estoy obligado en pensar en mi Abya Yala querida, pero mucho más en la humanidad completa. No importa de donde, ni quién emita un grito de sufrimiento, tenemos que atenderlo.
¿Quién podría negar la crisis social de Venezuela?, ¿quién podría negar que su gobierno, elegido popularmente, es también responsable de la crisis?, ¿pero quién sería capaz de ocultar la participación de las élites venezolanas en conjunto de los intereses económicos de EEUU? Estamos hablando de tres actores que revuelven perfectamente la cacerola. Unos por tomar malas decisiones o por corruptos, otros porque nunca son capaces de aceptar que se pueda construir la esperanza de una sociedad mejor y el más arbitrario de todos, como siempre “el jefe” sediento del norte, que tiene una rara patología que lo hace creer ser dueño del mundo y sus recursos.
La crisis social venezolana como todas tendrá un punto terminal. El pueblo de Venezuela, sabio, sabrá cuando y como resolverlo, sin que nadie ni nada tenga que intervenir. Lo que no podríamos aceptar los hermanos latinoamericanos, y mucho menos los panameños y menos aún los que vivimos en la fe de cristo, es que ese momento llegue por medio de una invasión como ocurrió en Panamá y también con otros pueblos.
Todas las intervenciones militares de EEUU (las centenares) han terminado en desgracia y la de Venezuela no será la excepción. Tampoco podemos aceptar que el ejército de EEUU, con la complicidad del Gobierno Nacional y los partidos políticos corruptos, utilice al territorio panameño como plataforma para emprender magnicidios en el continente. En caso que se invada a Venezuela y logren un magnicidio seremos un pueblo cómplice y la historia nos recordará como cobardes.
No importa cual sea nuestra elección -si es que ésta puede ser una elección- o posición política, la guerra nunca será el camina para la paz y ante la desgracia humana todo silencio también es culpable. Hoy estrangulan, por segundo, a cada uno de los venezolanos (niños, mujeres, hombres y ancianos) con el cerco económico que EEUU erigió sobre Venezuela, mañana podrán ser bombas las que separen la vida de un abrazo de esperanza. ¿y que hicimos nosotros?
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