La Revolución DULE de 1925 en 2017.

Por Arysteides Turpana

El 25 de febrero de este 2017, La Revolución Dule cumplirá 92 años. Hace 92 años, el País Dule, cuyos habitantes son más conocidos por su alías de “indios Kunas”, se levantó en armas contra el colonialismo interno de la República de Panamá, que contaba con una armada formada por soldados incultos, quienes estaban en la obligación de “civilizar” a este pueblo “salvaje”. A esta fuerza militar represiva se le conoce en la historia panameña con el flamante nombre de “Policía Colonial” o los Naggar Sidsgan.

Una de las razones por la que el Estado Nacional de Panamá tuvo para actuar manu militari en la patria de los Gunasdules fue que, durante mucho tiempo, éstos habían mantenido intercambios comerciales más con los extranjeros que con sus compatriotas: los criollos de Panamá. Por un tiempo, Panamá formó parte de Colombia como un departamento más. Durante ese periodo, los gunasdules disfrutaron de un embrionario estado de autonomía y libertad. Este grado de autonomía y libertad le producía una cierta incomodidad a Panamá. Ello le obligó a ejercer un proceso de colonización e integración de Dule Nega, la patria de los gunasdules a Panamá. A este proceso de colonización e integración Panamá lo denominó “civilización y progreso”. Y ¿en qué consistían estos fenómenos llamados “civilización y progreso”?

Para la república de Panamá la “civilización y progreso” de los gunasdules consistía en eliminar todos sus rasgos culturales , menospreciar sus costumbres, desconocer a sus autoridades tradicionales, vender sus tierras a los grandes comerciantes criollos y estadounidenses con el apoyo de los gobernadores y la Policía Colonial. Con las ventas de las tierras de Dule Nega o de la nación Dule a los fuereños, los compradores introdujeron como mano operaria a los presos y criminales criollos. Los cultivos de los gunasdules fueron arrasados en pro de los extraños a manos de estos presidarios; los asaltos y las violaciones aumentaron y, además, por el Este del país, aparecieron los caucheros, que se dedicaron a robarles los cayucos a los dule, a saquear sus siembras y a talar sus árboles frutales. A cambio de todo esto, los caucheros le pagaban un tributo al gobernador criollo.

Uno de los pilares vitales e icónicos mediante el cual la “civilización y el progreso” panameño se manifestaba era violentando a bailar a las mujeres gunasdules, mientras que a su esposo o hermanos o cualquier otro familiar masculino se les obligaba a quedarse en la casa. De esta manera, aparecieron las cárceles y los clubes de bailes. Las victrolas y los discos llenaron con sus cantinelas salvajes el cielo silencioso y místico del País Dule. En las noches, las caracolas de la Policía Colonial anunciaban que había llegado la hora del baile. En el club, se pasaba una lista como si se tratase de una asistencia a la escuela. Si en el padrón se observaba la ausencia de alguna joven, los militares iban de casa en casa a sacar a las mujeres para llevárselas al baile. A las damas que se oponían, se las encarcelaba, se les multaba y eran violadas por sublevarse contra la “civilización y el progreso”. Para que las mujeres fuesen consideradas “civilizadas y progresistas al estilo panameño” tenían que bailar con los policías el tamborito panameño, el fox-trot, el Charleston y el Onestep.

En la medida en que avanzaba el tiempo, los abusos de los Naggar Sidsidgan (La Policía Colonial) fueron aumentando de más en más en su insolencia hasta tal punto que el 50% de los productos de los trabajos que los varones traían de las fincas o de la pesca iban a dar a las barracas de la Policía Colonial. Por otra parte, los caballeros que se resistían a que sus parientes de sexo femenino fuesen al Club igualmente eran maltratados a toletazos, encarcelados, multados y obligados a realizar trabajos forzados. A todo ello, hay que decir que con el correr del tiempo, el gobernador criollo impuso nuevos sistemas de impuestos: Todos los pescadores de tortugas tuvieron que pagarle un gravamen y, a su vez, creó una cadena de tiendas de ultramarinos donde vendía licor. Así mismo, se les obligó a los gunasdules a vender sus cocos y los caparazones de tortugas a las autoridades coloniales, que pagaban un precio menor en comparación con los que liquidaban otros comerciantes. Aunado a esto los hombres fueron forzados a irse temprano a sus labores del campo y no podían regresar a sus casas si no con el ocaso.

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