Disputa Capac-Suntracs y la psicopatología neocolonial

Si un tema ha estado en la palestra con mucha intensidad en la última semana ha sido el de la disputa por las condiciones laborales entre la Capac y el Suntracs
Roberto Antonio Pinnock Rodríguez
opinion@laestrella.com.pa
SOCIÓLOGO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

Si un tema ha estado en la palestra con mucha intensidad en la última semana ha sido el de la disputa por las condiciones laborales entre los empresarios aglutinados
en la Cámara panameña de la construcción (Capac) y los trabajadores de la construcción amalgamados en el Suntracs.

No quiero referirme a los niveles de salarios que demanda este sindicato respecto de la correlativa capacidad o no de los inversionistas de este sector para satisfacer
objetiva y realmente la reivindicación de estos trabajadores sin afectar esta industria y particularmente a los pequeños contratistas, para quienes se debería legislar cierta protección. En realidad, les dejo esa tarea a los intelectuales que le han estado dando soporte técnico y cierta cientificidad a los argumentos de dicha organización.

Mi reflexión alude más bien al comportamiento psicosocial observado en la población que no perteneciendo a las clases empresarias asumen —sin mayor retribución— los argumentos que estas esbozan por razones obvias, en correspondencia con sus intereses. Me refiero a las condenas de todo tipo emitidas hacia el Suntracs por lo que consideran el ‘exagerado' monto de salarios que propone, lo cual ha venido a evocar aquellos momentos previos a la última etapa de descolonización del país —en virtud de la reversión del Canal de Panamá— cuando una parte significativa del empresariado local y más conservador del istmo, planteaba que, dadas las diferencias abismales entre los altos montos de salarios obtenidos en las actividades del canal —incluidas las bases militares— versus las bajas sumas obtenidas en el resto del país, los organismos responsables del proceso traspaso de la administración a Panamá deberían reducir los niveles salariales de los trabajadores canaleros antes de la reversión total, para que no creara un colapso con las sumas percibidas por estos últimos.

El detalle aquí fue que muchos trabajadores del resto del país quedaron adhiriéndose a esa propuesta cuyo desenlace histórico les negó la razón, en tanto que ni se redujeron los niveles salariales de los trabajadores del canal ni hubo colapso alguno del mercado laboral. Esto develaba un contrasentido, en tanto que el razonamiento más pertinente era que se tuviera a los niveles de ingresos de los trabajadores canaleros como modelo a seguir, lo mismo que la empresa del canal se oferta como modelo de gestión para las instituciones restantes de la administración pública del país.

Pues bien, ese contrasentido ha imperado en la opinión generalizada de la población no perteneciente a la clase empresarial, a propósito de las demandas salariales de los trabajadores de la construcción. En vez de mostrar disposición a promover la elevación significativa de los niveles salariales de sus propios sectores laborales, tal cual como lo reclaman los obreros del Suntracs, se condenan las aspiraciones que estos tienen y luchan por alcanzarlas. En no pocos casos, aflora no solo una especie de celo hacia los trabajadores de este sector —probablemente por la impotencia de no poder hacer lo mismo— sino además el desprecio velado, casi inconsciente, por los que ejercen actividades manuales de parte de los trabajadores no manuales.

En esta línea de pensamiento nos decía un amigo —hoy abogado, anteriormente obrero cualificado en el privatizado IRHE— que: ‘Jamás se puede equiparar el salario de un médico, arquitecto (…) que en muchos casos están especializados, con un obrero de la construcción'. Este tipo de comportamientos referidos a desórdenes de identidad del grupo de pertenencia, el destacado psiquiatra Franzt Fanon (1961), los tipificaba como patologías psicosociales forjadas en el sistema colonialista. ‘Al nivel de los
individuos —decía— asistimos a una verdadera negación del buen sentido.

Mientras que el colono o el policía pueden, diariamente, golpear al colonizado, insultarlo, ponerlo de rodillas, se verá al colonizado sacar su cuchillo a la menor
mirada hostil o agresiva del otro colonizado', más no del colono. Finalmente, me adhiero a las afirmaciones de un amigo residente en EUA, las cuales evidentemente superan las argumentaciones psicopatológicas al respecto de las aspiraciones del gremio laboral de la construcción: ‘Acá aprendí a no pelear en contra de nadie que proteste por progresar. Si Genaro y Saúl viven como reyes es porque los trabajadores se lo permiten. Yo me he convertido en un pequeño empresario, pero sé cuál es mi clase (de origen social) y la defiendo; vivan los trabajadores, fui uno por mucho tiempo', Luis Carlos Amedé.

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