Discurso del General Omar Torrijos Herrera el Día de la Lealtad, 16 de diciembre de 1971

“Cuando esa madrugada de hace dos años me llamaron por teléfono para decirme que no podía regresar a la Patria y se me ofrecieron beneficios económicos, yo pensé automáticamente: cuán equivocados están todos los que creen que el beneficio económico puede comprar el sentimiento de un hombre idealista.

El idealista no trabaja por beneficio económico, no trabaja por recompensas, no trabaja para sí mismo; trabaja por ver surgir a su Patria, trabaja por romper las injusticias, trabaja por la recompensa de ver que una niñez, que un campesinado y que un pueblo enrumben hacia un destino superior y que la Patria que recibimos nosotros, golpeada y maltratada, no sea la misma Patria que hereden estos niños que hoy se educan.

Que reciban un país, ellos, en mejores condiciones, en donde no haya desigualdad de ninguna clase y en donde todos tengan oportunidad a la vida, al estudio y a la felicidad.

Aquel día nos embarcamos en un avión en compañía de los miembros del Estado Mayor que estaban conmigo. Nos embarcamos con la firme determinación de venir a morir en un pantano en nuestra Patria. Porque es más agradable la muerte combatiendo por la Patria, que seguir viviendo lleno de vergüenza, exiliado en una capital extranjera. Y exiliados por quienes no tienen jerarquía para exiliar a nadie. El robo no tiene jerarquía. Ese día demostramos que no es jefe el que quiere mandar, que nuestro pueblo no acepta grados; acepta jerarquías morales, acepta la jerarquía del ejemplo, acepta la jerarquía de la valentía. Esos que reúnen todas esas condiciones son los que están predestinados a mandar a un pueblo que sólo cree en esa escala de valores.

Recuerdo yo, que al llegar a Chiriquí en un avión débil, sobrecargado —es cierto que era débil el avión, pero era muy fuerte nuestra determinación de llegar— recuerdo que nunca he oído una voz de hombre tan dulce como cuando oí la voz de Franklin Ferguson en la torre de control del aeropuerto. Recuerdo yo aquella movilización de carros que fue el apoyo de un pueblo chiricano que creía en mi Gobierno, que creía en la lealtad, que sentía asco porque quienes se iban a encargar del destino del país y lo iban a convertir en un mercado de asquerosos mercaderes. Recuerdo yo que cuando veía acercarse a los carros, dudaba si esos carros venían a arrestarme o venían a apoyarme.

Recuerdo yo que cuando el pelotón “Macho de Monte”, cuando los “Diablos Rojos” me gritaron “VIVA MI GENERAL”, ese día me di cuenta que la dignidad imperaba en el país. Ese mismo día se bautizó, sacó su certificado de nacimiento la Yunta PuebloGobierno. Cuando un hombre está determinado, imagina y encuentra recursos, cuando uno no está pensando en pequeñeces, sino que está pensando en el escenario de su Patria, no hay fuerza humana que detenga sus ideas. Cuando uno quiere profundamente a su pueblo no hay obstáculo que lo detenga en la marcha hacia adelante. Es por eso por lo que estoy aquí, y es por esa razón, por la que les quiero dar una vez más las gracias a ustedes, por haber organizado este acto que constituye un punto de referencia de muy buena recordación en el devenir de nuestro Gobierno Revolucionario.

A nuestra tropa no la felicito, porque no se le puede felicitar a nadie por una condición inherente al uniforme que llevamos. Pero sí quiero decirles que me siento sumamente orgulloso, como se los he dicho siempre, me siento altamente complacido, me siento altamente distinguido de ser el Comandante de los 6000 hombres más leales que he conocido en mi vida.”

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