Un presidente al servicio de la CIA por Julio Yao Villalaz

lunes 28 de mayo de 2018

Un pueblo espera siempre que su presidente esté a su servicio y lo represente dignamente, aún cuando esté al borde del patíbulo. El expresidente Ricardo Martinelli, al parecer, olvidó este primer mandato constitucional: ¡Dignidad! ¡Dignidad! Toujours la dignité!

Cansado de aguardar una ayuda de EE.UU. que lo salvase de la extradición a Panamá para encarar diversas acusaciones, el expresidente pensó que una llorosa carta al pueblo y al Gobierno estadounidense en la que les contase cuán leal le había sido a Washington, le ganaría la simpatía necesaria para que lo liberasen de su ordalía tras un año en prisión (Julio Yao, ‘Ricardo Martinelli: ¿Tiburón Blanco?’, La Estrella de Panamá , domingo, 22 de noviembre de 2015).

En humillante exhibicionismo, Martinelli confiesa que siempre fue leal servidor de Washington, concretamente de la CIA ( Central Intelligence Agency ); que detuvo el barco norcoreano Chong Chon Gang ‘por instrucciones de la CIA’; que votó 100 % a favor de Israel, motivo por el cual fue declarado persona no grata por organizaciones árabes, como el Hezbolá; que ayudó a escapar de la Interpol al jefe de estación de la CIA en Italia, sentenciado por secuestro y tortura a supuestos ‘terroristas’; que se alió a EE.UU. en su guerra contra las FARC; que autorizó conectar 19 radares (de bases aeronavales) al Comando Sur; que instaló cámaras (‘Matador’) para obtener información nacional e internacional; que almorzó, acompañado por su ministro de Seguridad, José Raúl Mulino, en la sede de la CIA, en Langley, donde le garantizaron protección contra Varela.

Luego de este vergonzoso y desdoroso déshabillé o estriptís, el expresidente confiesa: ‘Cuando la CIA pidió que yo detuviera un barco norcoreano proveniente de Cuba, no pestañeé’.

No pestañeó, pero, soplón y mendicante de pacotilla, el vergonzante reo le dice a la CIA que ‘su enemigo’, el presidente Varela, tiene ‘estrecha relación’ con el presidente Raúl Castro, quien lo amenazó, incidente que el quejoso elevó ante Barack Obama.

Martinelli ignora que ‘la mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo’ y que el Imperio no tiene amigos, sino intereses. En evidente ‘descuido’, el suplicante reo olvidó reconocer que su ‘enemigo’, Varela, era a la sazón su vicepresidente y ministro de Relaciones Exteriores y, por ende, compinche en sus travesuras, por lo que el paraguas de la CIA lo acoge también bajo su sombra benigna.

Anécdotas aparte, veamos lo relevante de sus confesiones.

Martinelli mete a EE.UU. en un gravísimo problema: su confesión de servirle a la CIA y no a la nación que lo escogió o al Derecho Internacional (Artículo 4 de la Constitución de Panamá) significa que la navegación por el Canal no se rige por el Tratado de Neutralidad —que garantiza un tránsito abierto, sin discriminación y libre de tropas extranjeras—, sino por una política de navegación dictada por la CIA, la cual descansa en una Declaración canalera monroísta que se remonta al presidente Rutherford Hayes, de 1880 (Julio Yao, ‘¿Es neutral el Canal?’, La Estrella de Panamá , 21 de abril de 2017).

Fue el Gobierno de EE.UU. el que ordenó detener al barco Chong Chon Gang en alta mar y se lo entregó a Panamá, en violación conjunta de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, un delito adicional y no menos grave que la violación de la neutralidad del Canal (Julio Yao, ‘Cómo EE.UU. controla el Canal’, La Estrella de Panamá , (28, 29 y 30 de enero de 2016).

Al votar siempre a favor de Israel y declarar que este país es el ‘Guardián de Jerusalén’ (esto lo aporto yo), Martinelli ofende al pueblo palestino y al mundo árabe y viola el Derecho Internacional, lo cual, aunado a la no entrega a Italia del prófugo de la CIA, constituye un crasa violación de los DDHH humanos de ambos países.

La instalación de bases aeronavales y radares, aunada al alineamiento de Panamá contra las FARC, constituyen una violación descarada del Tratado de Neutralidad y un distanciamiento radical de la neutralidad y el pacifismo tradicionales del pueblo panameño, así como de nuestra política de No Alineación desde 1975.

La confesión del expresidente Martinelli lo hace responsable de atentar contra la personalidad internacional del Estado, contra la seguridad interna y externa del Estado, de sumisión a poderes extrarregionales, de propiciar la intervención extranjera en asuntos internos de Panamá, de violar las Cartas de la ONU y de la OEA, el Tratado de Neutralidad, los DDHH de Palestina e Italia y de traición a la Patria.

EL AUTOR ES ANALISTA INTERNACIONAL Y DIPLOMÁTICO DE CARRERA.

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