Sobre la Unidad del Movimiento Popular

Si algo tiene de positivo el gobierno de Martinelli, es que ha dejado al descubierto la verdadera esencia de clase que ha conformado el poder político en nuestro país en las últimas décadas.
La democracia formal, con partidos políticos tradicionales manejados por grupos oligárquicos y empresariales, en los últimos años nos ha mostrado que la estructura política de la sociedad no responde a las aspiraciones de las grandes mayorías del pueblo. Las políticas económicas y sociales impuestas por los sucesivos gobiernos se han centrado en fortalecer un modelo económico que facilita la inversión extranjera para crear un ambiente propicio para “hacer grandes negocios”. En este modelo, la corrupción, el tráfico de influencias y los negocios mafiosos, se han convertido en la carta de presentación de políticos y grandes empresarios de distintas calañas.
Mientras la riqueza fluye sin cesar a las cuentas bancarias de los grandes empresarios del gobierno y de la oposición; la pobreza y la incertidumbre crece entre la mayoría de la población, la clase trabajadora, los sectores de capas media, los indígenas y el campesino pobre de nuestro país. Proyectos macro económicos se anuncian por parte del gobierno con bombos y platillos, como ejemplos del desarrollo imparable de nuestra economía, sin importarle el hundimiento en una deuda externa, cuyas consecuencias van a ser desastrosas para nuestro país. Sin embargo, para la mayoría del pueblo el aumento del precio de la canasta básica es igualmente imparable, así como todos los artículos de consumo y las medicinas, sin que se avizore una política sensata y humana para frenar el alto costo de la vida.
Lo más preocupante es que el accionar político de las distintos actores de la sociedad parecen hechizados ante la abrumadora ola de escándalos políticos, que en la mayoría de los casos, ante la denuncia de un hecho de corrupción o delito, quedan sin resolverse y se olvidan fácilmente. Si bien, diversos hechos políticos y sociales reflejados en la imposición de leyes como la ley 30 y las reformas al Código Minero impuestas por este gobierno, han sido objeto de contundentes respuestas de rechazo por parte de organizaciones populares y civiles; éstas organizaciones no han logrado aún converger en un frente común con una propuesta política y social que permita enfrentar el modelo económico que impulsa la clase gobernante.
Lo anterior quiere decir que el momento político que enmarca el accionar de las luchas populares y que en gran medida es adverso al propósito de construir una alternativa a la actual democracia formal, evidencia con más fuerza la necesidad de discutir en más detalle la debilidad del movimiento popular para aglutinarse en una sola propuesta con la que se haría frente al régimen actual y su política neoliberal.
Creo que actualmente el estado de ánimo de la gran mayoría del pueblo panameño está contra el gobierno. Pero este estado de ánimo no está siendo canalizado por los movimientos populares dado el alto grado de dispersión que se padece. Por ello, se corre el peligro de que este estado de decepción, cansancio, desengaño y repudio del pueblo hacia el gobierno, sea aprovechado por la oposición oficial de turno y una vez más se engañe al pueblo con falsas esperanzas, aprovechándose la clase dominante de la precaria situación económica y moral en que se mantiene a la mayoría de la población.
Dentro del movimiento popular se están dando pasos para aglutinar a todas las fuerzas democráticas y progresistas en un frente único que exprese no sólo las demandas de nuestro pueblo, sino que, sea portador de una nueva propuesta de organizar a la sociedad de forma distinta y opuesta a la estructura actual de dominación basada en el neoliberalismo, el clientelismo político y una democracia desgastada que sólo sirve para legitimar a los partidos políticos tradicionales.
Urgente es deponer todas las posturas sectarias que impiden una discusión abierta, sana y científica, sobre el contenido y forma de un frente único o frente amplio del movimiento popular; pues el momento político lo exige, ya que las luchas sociales nos están indicando que el frente popular está en la calle, y, desde la calle, debemos transitar hacia avenidas más amplias de organización para que en la próxima lucha electoral o cualquiera otra lucha que se avecine, la enfrentemos como una verdadera alternativa popular.

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