Potabilizadora en Besikó y la arrogancia colonialista

Roberto A. Pinnock R.

las sociedades subdesarrolladas reproducían el esquema de dominación impuesto desde la época
colonial

En los años de 1960, estuvo muy difundida las tesis del sociólogo mexicano Rodolfo Stavenhagen atinente a que en ese país, como en el resto de América Latina, las sociedades subdesarrolladas reproducían el esquema de dominación impuesto desde la época colonial, con la diferencia de que quienes dominaban esta vez era gente ‘criolla', lo cual denominó ‘colonialismo interno'. Estos a su vez, hacían parte de un sistema neocolonial con
directrices localizadas en los países desarrollados.

Lo que nos interesa mencionar de este esquema es la singular arrogancia que caracteriza a los sujetos que ejercen el poder colonialista, tanto externo como interno, lo cual se manifiesta cada vez que irrumpen en los espacios de las poblaciones —en este caso rurales— en nombre del desarrollo general, pero a costa del desarrollo de los directa y
físicamente afectados con obras de infraestructuras para ampliar mercados o propiciar potenciales mercados. O de otro modo, irrumpiendo de manera refractaria respecto de bienes de alto valor inmaterial, pero por ello invaluable desde la perspectiva de quienes solo conocen los valores del mercado.

Algo así parece estar ocurriendo con el proyecto de construcción de una potabilizadora en el área de BESIKÓ —en dirección norte del distrito chiricano de San Lorenzo— donde una parte importante de las mismas comunidades que serían dotadas de agua potable se presentan adversando el proyecto como se ha planteado. En honor a la verdad, no puede decirse que ellos se oponen a una obra sanitaria para su beneficio, lo que ocurre es que el sitio donde los tecnócratas diseñadores de la planta escogieron posee un valor innegociable para los moradores seguidores de la religión Mama Tata; lo más probable es que estos tecnócratas no tienen ni la más remota idea de que en la tradición de este movimiento étnico religioso, se dieron las principales revelaciones a la fundadora de este movimiento
conocida como Mama Chi.

Ahora bien, la constructora responsable de la obra ha debido reconocer esta realidad cultural de valores simbólicos y plantear una modificación en el diseño original, proponiendo no uno sino varios sitios alternativos. Muy probablemente les representa costos que reducirían sus niveles de ganancias, a lo cual, salvo que el promotor del
proyecto se los incorpore en alguna consabida adenda, no estaría dispuesto a incurrir.

Todo sugiere que de parte de los promotores (Idaan) como de los ejecutores contratistas, el criterio que prima es que no hay por qué someter a discusión con los más pobres entre los pobres de nuestro país un proyecto que les va a resolver su problema de escasez de dotación —mas no de escasez de fuentes— de agua potable. Es decir, quienes promueven y ejecutan la construcción de la obra asumen que lo que ofrecen es lo correcto; es lo que a estos ‘necios' e ‘ignorantes' indígenas les conviene.

Me pregunto si estos tecnócratas e inversionistas privados asumirían la misma conducta si les tocara demoler una de las sinagogas de este país o construir sobre el cementerio hebreo o destruir ‘en nombre del desarrollo' el templo de la parroquia de San José (Casco Antiguo), donde está el altar de oro salvado de las incursiones de la piratería inglesa en la época colonial. La actitud colonialista lleva a ‘respetar' los símbolos de sus pares, es decir, pertenecientes —o creen pertenecer— a los de su propias etnias y sobre todo a los de su clase social.

En el esquema social del ‘colonialismo interno' descrito por Stavenhagen, no solo el que actúa como colonialista es el sujeto social externo a las comunidades en situación de subdesarrollo, sino también actores sociales originarios de las comunidades que se trata.

Esto se observa con frecuencia en las posiciones que asumen las ‘autoridades locales' que responden más a la lógica del colonizador que a la de su propia etnia o clase social de la que son originarios. No digo que necesariamente esto sea el caso con las autoridades locales de esta parte occidental de la comarca Ngäbe-Buglé, pero podrían estar cayendo en esta conducta colonialista inconscientemente.

Lo más probable es que la superación de esta contradicción no vendrá de quienes representan la parte de la inversión del capital o de los tecnócratas del aparato estatal, culturizados en las prácticas sociales coloniales, vendrá sin duda de la rebelión —ojalá no violenta— que ya se asoma en estas comunidades.

SOCIÓLOGO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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