Posibilidades a potenciar, no a debilitar los Sindicatos Clasistas y los gobiernos progresistas en “Nuestra América”

img-04_596_290Durante las jornadas por la celebración del 1ro. de Mayo – que en Cuba constituyen una fiesta internacional de solidaridad y aliento en las luchas sindicales – múltiples entrevistas se realizaron a los cerca de mil dirigentes sindicales que de manera entusiasta se dieron cita en La Habana.

En una de las Mesas Redondas Internacionales originadas en la capital cubana, retransmitidas también por Telesur, un Vicepresidente de la Federación Sindical Mundial, el compañero Elberto Cobos, Secretario General de la CNTP de Panamá, enfatizaba en la diferencia existente entre el comportamiento del sindicalismo de clase ante gobiernos como el de su país, y la conducta que correspondía a aquellas organizaciones sindicales de países cuyos pueblos en lucha se han decidido darse gobiernos en los que priman – con mayor o menor intensidad –  la voluntad de alcanzar la plena justicia social que a la larga solo el socialismo puede proporcionar.

A nuestro juicio tiene razón Cobos al expresar que tales realidades condicionan acciones diferenciadas de parte del movimiento sindical que realmente representa los intereses de sus agremiados.

Son precisamente las batallas desplegadas por los pueblos las que han condicionado un escenario diferente en no pocos de los países en nuestra región. ¿Y qué razones son las que han impelido a los pueblos luchar por transformar su entorno y ganar, en duras confrontaciones, la posibilidad de alcanzar los beneficios que merecen y que les fueron negados durante siglos?

Son conocidas, y por tanto innecesario reiterar en este breve comentario, las agudas carencias a las que estaban sometidos los pueblos que hoy se construyen otra alternativa. Primaba en ellos una injusta redistribución de las riquezas creadas por los trabajadores agudizada más aun con la imposición de un cruel modelo neoliberal – actual recrudecida etapa del capitalismo –  ajeno totalmente a los intereses de los seres humanos, agravado por la actual crisis, que la es del sistema capitalista en su conjunto cuyas nefastas consecuencias pagamos los trabajadores. No solo ello, era además frustrante, provocaba una desesperante y dramática  desilusión, no vislumbrar en el horizonte salida para tales lacerantes situaciones, no percibir cura para sus males.

Es cierto que pudiera considerarse que no todo ha sido cambiado por aquellos gobiernos que en mayor o menor grado impulsan cambios de beneficio popular pero; ¿puede transformarse en tan solo pocos años una realidad condicionada por siglos de brutal saqueo?

¿Quiere ello decir que por tal razón debemos resignarnos a no avanzar todo lo que se podría, a no combatir contra los factores internos y externos que lo impiden; a no aspirar a alcanzar la única alternativa al capitalismo cual es el socialismo?

Actuar de tal manera frenaría el poder contrarrestar la influencia negativa de los elementos que de diversa manera retardan alcanzar lo que objetivamente es posible lograr.

No obstante, no debiéramos perder de vista que lo importante, lo fundamental, es la tendencia positiva que anima a los procesos de avance en favor de los pueblos y la posibilidad de ser estos escuchados e incidir en las trasformaciones.

Ir más allá de lo que racional y objetivamente se puede alcanzar en determinadas etapas de los procesos de cambio, pretender obtener beneficios que económicamente implicarían un  suicidio para los proyectos alternativos de desarrollo, reclamar a ultranza beneficios para un sector determinado  en detrimento del conjunto,  puede conducir a la pérdida de lo logrado tras cientos de años de batallar, destruir lo esencial: el proceso de trasformación iniciado en beneficio del pueblo.

Es insoslayable referirnos a otro elemento siempre presente cual es no solo la añoranza, sino la acción destructiva del imperialismo estadounidense que recientemente nuevamente reivindicó para sí “su patio trasero” como proclamara doscientos años atrás durante los cuales – como ocurriera antes por las metrópolis europeas en la etapa colonial – ha expoliado para su beneficio nuestras riquezas y el fruto de nuestro trabajo.

Con el apoyo de sus acólitos de entre los gobiernos europeos y entreguistas oligarquías nacionales, no cesan de obstaculizar y en la práctica oponerse a los avances de nuestros pueblos en la región, de manera incluso criminal, dispuestos a aprovecharse de cualquier justificación que no tan solo entorpezca los avances, sino que logre demoler los gobiernos que promueven una sociedad más justa y, por tanto, ajena a sus intereses. Entonces todas las posibilidades que hemos creado para vislumbrar un futuro mejor, las perderíamos.

He ahí nuestro enemigo. Es a él al que debemos combatir impidiéndole continuar oprimiéndonos.

Por ello la necesidad de reflexionar acerca del llamado de Cobos con el que iniciamos este comentario.

Nuestras posiciones, nuestros métodos de lucha, tienen que atemperarse a nuestras realidades. No es lo mismo rechazar a un gobierno que solo piensa en cómo hacer más ricos a los ya muy ricos de adentro y de fuera de nuestros países sin tener en cuenta los sufrimientos que ello provoque, que enfrentar, pidiendo lo imposible, a gobiernos que merecen, no solo por sus declaraciones, sino por sus acciones en favor de justicia social, nuestro acompañamiento constructivo animándolos a alcanzar lo que sí se puede, merecidamente, lograr.

Por: Ramón Cardona

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