Los planes imperialistas se atascan en Siria

Por Oliver Zamora Oria
Siria merece un nuevo comentario. En un análisis anterior hicimos una pregunta al respecto ¿Se está inclinando la balanza a favor de Rusia y el presidente Bashar Al-Assad? Hoy podemos dar una respuesta más argumentada. Hace unos días, el mandatario entró a la ciudad de Homs, capital de la revuelta opositora, y no caben dudas de que la visita fue una especie de entrada triunfante.
Presidente de Siria Bashar Al-AssadFuera de las fronteras sirias otro hecho marcó un punto de inflexión. En medio de la II Cumbre sobre Seguridad Nuclear, el presidente estadounidense, Barack Obama, aceptó públicamente el plan de paz propuesto por el representante de Naciones Unidas, Kofi Annan, el cual ya había sido apoyado por Rusia, China, y aceptado por Damasco. ¿Por qué un punto de inflexión? El plan de Annan, no incluye la principal exigencia de Washington, Europa, las monarquías del Golfo y los opositores sirios: la salida inmediata del poder de Bashar Al-Assad.
Por supuesto, Estados Unidos y sus aliados no aceptan con agrado esta propuesta, el sí se debe al conjunto de presiones que Washington también siente a sus espaldas, a pesar de ser la gran potencia, y al persistente bloqueo ruso a sus intenciones belicistas. De pronto, la Casa Blanca se vio atrapada en su propia trampa, una acción unilateral no era viable, y en cuanto al uso de las organizaciones internacionales, tal como dicta la estrategia del poder inteligente de Obama, Rusia y China pudieron marcar el rumbo con cierta facilidad.
El fracaso en el Consejo de Seguridad de la ONU de la estrategia del llamado Occidente, es decir, Estados Unidos y Europa, dejó dos lecciones importantes; primero, el guión libio fracasó, era solo viable en las condiciones específicas de Libia, pero no aplicable a ningún otro país, menos a Siria, país con una institucionalidad fuerte y un gobierno de una minoría religiosa, pero representante de un consenso nacional, y segundo, el dúo Rusia-China, también puede decir la última palabra en el Consejo de Seguridad, ya no solo Estados Unidos.
Otro elemento importante, mencionado en nuestro comentario anterior, es el buen manejo de la crisis por parte del mandatario sirio. Supo combinar la respuesta militar con la respuesta política; en un primer momento el ejército tomó tiempo para estudiar bien las características de los focos insurgentes y después desplegar su estrategia; a la vez, Al Assad, impulsó reformas políticas sin precedentes en el país, minimizadas por la gran prensa, pero con un impacto en la opinión pública nacional. Sin dudas, fueron recursos para desmontar poco a poco el discurso opositor.

Ahora bien, la situación actual plantea grandes interrogantes con respecto al futuro, puede ser el cierre de un capítulo, pero la primera página de otro. Si la estrategia imperialista contra Siria fracasa, ¿qué sucederá entonces con el reordenamiento hegemónico que Estados Unidos y Europa implementan en la región a raíz de la llamada primavera árabe?, ¿qué sucederá con Irán?, ¿cuánto variará los planes contra el país persa, el cual es el objetivo final de toda esta ofensiva?

Este puede ser el inicio de acciones más agresivas y unilaterales, o una fractura política que deje mucho mejor definida esa multipolaridad tan deseada y necesaria.

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