Los Intelectuales, Saber y Conocimiento

Sin ánimo de polemizar, una verdad innegable es que en toda reunión de intelectuales hay siempre un fenómeno visible, la actitud escénica que asume cada uno. En esas reuniones cada intelectual se comporta como ciertas damas que se reúnen para mostrar su traje nuevo, la última joya adquirida o su belleza.

Ciertos intelectuales se reúnen, también, con fines escénicos, exhibirse como inteligentes, irónicos, eruditos, ingeniosos: con mayor razón y con más fuerte teatralidad, cuando en el grupo hay un extranjero como testigo. Con sobrada razón afirmaba J.J. Arévalo: “Para los intelectuales el mundo está dividido en dos zonas: nosotros y lo demás. “Nosotros” sirve de cabeza al mundo, “lo demás” es el cuerpo”.

Los intelectuales, en general, se respetan entre sí y asumen actitudes políticas. En política se favorece a un amigo o a su recomendado (a menudo indignos del favor), siempre con la idea de esperar recompensa. Los favores políticos son deudas contraídas a plazo indefinido. Un intelectual de temperamento político cita con frecuencia las ideas de otro, con la fundada esperanza de verse, también, citado en los trabajos de aquel.

Esta diplomacia intelectual tiene dos resultados: el falseamiento del verdadero nivel que corresponde a ciertos autores, y la indebida adjudicación de valor a lo ajeno. El intelectual puro, en cambio, prescinde de atenciones y de conveniencias: no busca protección ni publicidad. Pero este tipo de intelectuales no se ven en los “salones”. El tema es, pues, “nosotros y lo demás”. Los intelectuales del lugar exprimen su talento dando lo mejor. Muchos de ellos han viajado y “conocen” países extranjeros, con lo cual ayudan a los demás dándoles puntos de referencia.

El intelectual visitante confirma algunas opiniones de las allí vertidas, las comenta, señala la penetración de otras y emite la suya, a menudo diplomática y mediadora. Surge entonces nueva imagen del mundo que no es propia ni ajena, es la idea del mundo que conviene al gremio, unifica las aspiraciones, satisface el mayor número, en otras palabras, que responde a la mentalidad ambiente. Los intelectuales se admiran y se aplauden entre sí. Parecen comediantes sin espectadores. No es muy arduo buscar en esa noción del mundo las huellas del espejismo.

En primer lugar, el mundo así pensado es un mundo convenido, de participación; se trata de un conocimiento asociado, pactado. En nuestro conocimiento injertamos la opinión ajena, barajando lo íntimamente vivido con lo que otros han vivido. Es un conocimiento que participa de los caracteres de lo social: es prudente, cortés, amanerado, y participa de lo político: es servil, inconsecuente, simulador.

No se trata del mundo que es, sino del que conviene. Es un conocimiento desvirtuado, una verdad “a propósito”. En ambos casos, más que un conocimiento, se trata de un saber. Saber y conocimiento no son cosa idéntica. El saber es transmisible, consiste en fórmulas, afirmativas o negativas que pueden ser expresadas mediante el lenguaje y captadas por la inteligencia del que nos lee o escucha. El saber es algo concreto, impersonal y objetable. Es también multiplicidad, acumulación de diversos, realidad numerosa y numerable, posible de clasificación y exhibición. Por el contrario, el conocimiento es subjetivo, infinito e inefable.

Ocurre dentro de nosotros y se identifica con el yo que somos; transcurre indefinidamente sin intermitencias durante la vida psíquica; es nuestra historia identificada en nuestra vida. No es cosa mental ni cosa orgánica; es un suceso vital, amplio, invasor, omnipresente. Es conciencia y subconsciencia; claridad meridiana y tiniebla.

El saber es razón y discurso, prueba y ejemplo, inteligencia en común. El conocimiento es, sobre todo, emoción, brota de los actos totales del ser, es experiencia integral; tiene claridad sin ser idea sabedora, y tiene obscuridad sin caer en el instinto ciego. Es acumulación interior, enriquecimiento perpetuo de algo que no podemos dar ni confesar. El conocimiento no principia ni termina, sigue, se suma, se corrige, crece y nunca es.

El conocimiento es posibilidad y promesa, a la vez que hecho y actualidad. El conocimiento es el yo. El yo es historia, presencia y futuro. El conocimiento es experiencia privada, es secreto, intimidad… El conocimiento es testimonio de la intimidad, y la intimidad es la esfera privativa del yo.

por: PAULINO ROMERO C.

 

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