Mientras la mayoría de los países desarrollados de Europa y los Estados Unidos de América tratan de superar el colapso en que se encuentra inmerso el mundo capitalista, los sindicatos luchan por salvaguardar sus derechos socioeconómicos básicos como la fuente de empleo, sus salarios, fondos de pensiones y vacaciones.
En la mayoría de estos países desarrollados la presión para desregular la legislación laboral y aumentar la edad de jubilación ha creado grandes confrontaciones entre los gobiernos y las poderosas centrales obreras, tanto en las calles como en los distintos foros donde se debaten y buscan alternativas a la crisis económicas y déficit presupuestarios de los gobiernos.
En nuestra América Latina la crisis económica se hizo costumbre y no se nota, pero se siente. Se habla de un crecimiento económico que solo se refleja en las cajas registradoras de los empresarios y las cuentas bancarias de los políticos, así como en las de los inversionistas, pero no en los “bolsillos rotos” de la clase trabajadora que diariamente con su capacidad física e intelecto produce esas riquezas. Prueba de ello es que en las últimas décadas la productividad y ganancias de las empresas se ha fundado no en la modernización efectiva de las relaciones entre capital y trabajo, sino en la pérdida del poder adquisitivo (salarios) de los trabajadores (as).
Tenemos que reconocer que el poder económico se ha apropiado del poder político (gobierno) y desde allí ha convertido el estado en un “administrador de los intereses del capital”. A su vez el movimiento sindical y popular se ha reducido a una posición meramente contestataria, desnaturalizando el carácter revolucionario (lucha) del sindicalismo por la pérdida de conciencia de clase y la solidaridad, conduciéndolo a una cultura individualista entre su clase y sus líderes. Induciendo a su vez la práctica de resolver problemas colectivos en forma sectorizada y no por rama o actividad económica.
Ahora bien, el acto unitario que se produjo el primero de mayo recién pasado dio una luz de esperanza. Pareciera que los líderes del movimiento sindical y popular panameño han comprendido que para enfrentar y frenar las nefastas y depredadoras políticas públicas del actual régimen, que sumen cada día a nuestro pueblo a la pobreza idiotizándolo cada día con una campaña mediática millonaria(¡vamos bien¡) y con un Ministerio de Trabajo que pende como una espada de “Damocles” sobre los sindicatos para destruirlos, solo que un camino “LOGRAR UNA GRAN CONVERGENCIA SINDICAL Y POPULAR NO CENTRALIZADA, SINO CONSTITUIDA EN FORMA DE RED, ABIERTA A LA CONSTRUCCIÓN DE CONSENSOS, A LA CUAL TODA ORGANIZACIÓN SINDICAL Y POPULAR PUEDA ADHERIRSE SIN QUE ELLO SIGNIFIQUE LA FORMACIÓN DE UNA NUEVA CENTRAL O CENTRAL ÚNICA,”
La construcción de una amplia Convergencia Sindical y Popular, es una necesidad imprescindible para encauzar la lucha y frenar las malas prácticas políticas del gobierno de los “orates”. Los líderes sindicales y populares en general saben que la falta de acuerdos entre ellos permitirá al gobierno y sus adlátere sin dificultad alguna, impulsar todas las reformas que se les antoje e implementar políticas económicas a la medida de sus intereses y en detrimento como ya se siente de las clases medias y populares.
Por tanto solo queda un camino, “NOS UNIMOS O NOS HUNDIMOS”. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos, es en ésta donde aflora lo mejor de cada uno. Este fue el mensaje implícito que quedo de este primero de mayo, unitario como nunca.
*Ex Secretario General de la CNTP y Asesor Sindical de la misma
Panamá 4 de mayo de 2011
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