Las guerras, la droga, el hambre en el Siglo XXI
L a sociedad humana avanza hacia una crisis global, en el marco del capitalismo, el resurgimiento del fascismo en Europa y América Latina, impulsado por el modelo imperial de EEUU, con la presidencia del magnate Donald Trump, que ha impuesto sus reglas del juego, logrando controlar a la Unión Europea (UE), como a la OTAN el brazo militar de la UE, en es mismo sentido aplica mecanismos, para intentar controlar a la Organización de Estados Americanos (OEA). Creando mecanismos coercitivos, de los miembros, pero en una guerra sin cuartel contra Venezuela, pero no han podido lograr mayoría, para agredir a Venezuela y apoderar un gobierno de facto en esta nación sudamericana, la imposición de un títere de la Asamblea Nacional (AN), en desacato, ha generado una grave crisis, donde el petróleo, el Oro, el Coltán, las refinerías de CITGO, de propiedad venezolana, son la base de una guerra imperial y sin escrúpulos.
Un informe de la CELAC advertía los posibles efectos del modelo gringo desde las promesas de campaña y a partir de la (inesperada) asunción al Gobierno de Donald Trump suenan las alarmas sobre un “retorno al proteccionismo” en Estados Unidos (EE. UU.) como amenaza al orden global neoliberal. Se ha renovado la discusión liberalismo-proteccionismo desde una postura hegemónica que plantea ambas alternativas como contradictorias y en la que el proteccionismo sería un lastre del “populismo de derecha” de Trump que atenta contra los logros del neoliberalismo a nivel internacional. Así, desde la prensa hegemónica -que se hace eco de las voces expertas más calificadas- se viene advirtiendo sobre los perjuicios de los lineamientos proteccionistas impulsados por el Gobierno, en particular, los efectos en la economía y geopolítica internacional y, también, para América Latina y el Caribe (ALC).
Sin embargo, hay poca información concreta sobre cuál es el impacto en inversiones y relaciones comerciales con la región, donde las políticas de Trump, paradójicamente, parecen haber profundizado el neoliberalismo por la vía de la expansión de las transnacionales estadounidenses. Además, más allá de si el proteccionismo es “bueno o malo”, los resultados de los lineamientos implementados parecen haber abierto un nuevo ciclo de crisis en la economía de EE. UU., a la vez que están causando un impacto significativo en la geopolítica internacional. Lo que no está tan claro es que se trate de medidas que amenacen la supervivencia del neoliberalismo.
A continuación, expondremos qué es el “proteccionismo à la Trump” (una cosa es lo que se dice, otra es lo que se decide y otra diferente, lo que se logra), dimensionando, en primer lugar, sus efectos en EE. UU. para, en un segundo momento, abordar su impacto en las relaciones con ALC
Proteccionismo a la Trump en EE. UU.
La llegada de Trump a la presidencia de EE. UU. auguraba, para la mayoría de analistas, un menor ritmo de comercio y de inversiones con la región. En efecto, varios factores parecían conjugarse en este sentido: la suspensión de acuerdos, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), que contemplaban la reducción de barreras no arancelarias, la armonización regulatoria y la creación de nuevos estándares para regular el comercio digital; la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); la idea de renegociar, también, acuerdos bilaterales con otros países como Chile, Colombia, Panamá y Perú, entre otros; las críticas a la OMC por favorecer el libre comercio; y la apuesta por la relocalización de la producción de las empresas estadounidenses hacia EE. UU. Sin embargo, hasta el momento, no se ha verificado esta tendencia.
El “América First”, que prometía generar empleo e impulsar la industria nacional, volver al “made in America” vs. el “made in China”, ha mostrado escasos resultados. No parece haberse conseguido un aumento en la competitividad de las industrias locales, pues la mayoría está atada a una cadena de producción invariablemente internacional. A esto se suma la disminución de las ganancias en las industrias manufactureras de EE. UU., como la de producción de alimentos, bebidas y tabaco, las productoras de petróleo, carbón, químicos y otros productos durables que se fabrican en territorio estadounidense. En un análisis reciente se menciona que esa caída de las ganancias podría explicar la política proteccionista al interior y la política de libre mercado al exterior.
Sin embargo, esta merma no se observa en todos los sectores. El complejo industrial-militar (una de las principales fuentes de empleo en EE. UU.) sigue gozando de buena salud: la venta de armas de EE. UU. al mundo se incrementó en 2017 (en continuidad con la tendencia con los gobiernos de Obama y de acuerdo a lo prometido por Trump). El último ejercicio fiscal (octubre 2016-septiembre 2017) cerró con la venta de poco más de 41.930 millones de dólares, un incremento del 24% con respecto al mismo periodo anterior. Los departamentos de Defensa, Estado y Comercio plantean diferentes propuestas para mejorar y acelerar el proceso de ventas a otras naciones y, también, estimular el incremento de empleos en el sector. Según datos recientes, EE. UU. realiza el 57.9% de las transacciones mundiales de armamentos, y con América Latina las ventas rebasaron los 343 millones de dólares en 2016, destacando las compras de México (100.899 millones), Colombia (75.990 millones), Brasil (59.310 millones) y Chile (48.798).
A su vez, las políticas proteccionistas están generando una mayor expansión de las empresas EE. UU. al exterior, expansión que, tal como vienen operando desde hace décadas -si bien por un lado implica aumento de inversiones y puestos de trabajo- también es portadora de una serie de “condicionamientos” a las economías (sobre todo las periféricas), asociados a exenciones impositivas, fuerza de trabajo barata y condiciones laborales “flexibles”, etc. -cabe recordar que en esta tónica van las reformas laborales y previsionales de los gobiernos de derecha en Argentina y Brasil, por ejemplo-.Los factores por los cuales las políticas proteccionistas podrían generar mayor inversión de las empresas estadounidenses en el exterior son: ( el encarecimiento de los costos de producción derivado del incremento de aranceles para insumos de uso difundido, como acero y aluminio; la repatriación de capitales puede inducir a una apreciación del dólar que también atente contra la competitividad local y las políticas anti-inmigratorias pueden atentar contra el “reclutamiento de cerebros” que realizan las empresas estadounidenses en todo el globo para desarrollar las tareas de innovación en su país.
Las guerras, la droga, el hambre, en el Siglo XXI
En este marco de crisis de guerras monopólicas contra África, Medio Oriente, Asia, América Latina, son avasalladas por la políticas neo coloniales, la sumisión de países latinoamericanos a las presiones de Trump, y su equipo de guerra global, han podido usar a presidentes fascistas e inmorales, como Macri, Bolsonaro, Piñera, Duque, que aplican políticas neoliberales en sus naciones, el ataque al Amazonas, por Bolsonaro, para entregar sus recursos a las trasnacionales, crearía un ataque brutal el ecosistema. Pero lo mas peligroso es el ataque a los pueblos originales del pulmón de Sudamérica, donde un militar fascista como el presidente brasileño, considera a estos pueblos, como ignorantes, sucios y que nos hablan portugués, al mejor estilo de la conquista, de los españoles, portugueses e ingleses, que asesinaron a millones de seres humanos.
Otros efectos como las drogas son parte de la acción de EEUU, el principal consumidor de estupefacientes del planeta, la inmoralidad de los gobiernos de Colombia, han creado el mayor imperio de la droga, controlado por presidentes corruptos, el mismo presidente Duque, es parte de la familia de los carteles de la Droga. Siendo Uribe señalado de participar habitualmente en el diseño y ejecución de matanzas perpetradas por los paramilitares colombianos, como el caso de la Matanza de El Aro cometida en 1997.
En esa, según relata el periódico de Miami, El Nuevo Herald en su edición del 6 de agosto de 2009, el mismísimo Álvaro Uribe, planeo la matanza con los dirigentes de las Autodefensa Unidas de Colombia y posteriormente acudió personalmente a felicitar a los paramilitares que “brillantemente” habían asesinado, con motosierras, al menos a 15 campesinos indefensos, matanza por la que la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a Colombia.
Tres parientes del ex presidente colombiano, entre ellos dos primos hermanos, lideraron una banda paramilitar conocida como Los Erre, señalada de haber asesinado a medio centenar de personas en varios municipios del departamento de Antioquia: Carlos Alberto Vélez Ochoa, Juan Diego Vélez Ochoa y Mario Vélez Ochoa, quienes también son familiares del clan de los capos del narcotráfico Ochoa. La política de Seguridad Democrática de Álvaro Uribe dio lugar al escándalo conocido como falsos positivos, el asesinato de al menos 2 mil 500 civiles inocentes por la fuerza pública colombiana – bajo el mandato de Uribe como presidente y siendo Juan Manuel Santos el Ministro de Defensa – presentados como, guerrilleros dados de baja en combate
En mayo de 2010, el diario The Washington Post, publica la confesión del policía Juan Carlos Meneses, de haber asesinado a miles de campesinos y realizar múltiples operaciones paramilitares junto a Los 12 apóstoles, grupo paramilitar en el que participa Santiago Uribe, hermano de Álvaro.
Esta es la realidad de un modelo capitalista sin escrúpulos, que aplica la políticas de violencia, guerra, habla de ayudas humanitarias, pero en realidad invaden naciones, para adueñarse de los principales recursos, petróleo, oro, minerales, esclaviza a pueblos de África y Asia, para ampliar el papel de las trasnacionales y ampliar el papel El complejo industrial-militar (una de las principales fuentes de empleo en EE. UU).
diegojolivera@gmail.com
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