La Educación Esclaviza

En el Estado de los mercaderes no hay lugar para la educación ni para la cultura. Y no se trata de un asunto de presupuesto, sino de mentalidad. Ni los anteriores gobiernos ni el actual entendieron nunca la importancia de la educación, sino que vieron escuelas e institutos como centros para capacitar mano de obra y no ciudadanos. Martín Torrijos le apostó a la formación profesional de saloneros, operadores de maquinaria y telefonistas de call center; el actual gobierno del Cambio nos tiene más despistados, si cabe porque su apuesta educativa es tan instrumental como mutante.

 

Pero lo cierto es que dan ganas de llorar al ver el estado de las bibliotecas, en general, y de las bibliotecas escolares, en particular. Los libros, bien es cierto, no pueden operar cambios mentales en los alumnos por sí solos, tampoco los maestros o los planteles. Es una decisión de la sociedad, y del Estado que la gestiona, qué tipo de educación se quiere y en Panamá se está en mora.

 

El porcentaje de gasto educativo en Panamá no es ni siquiera de los peores de la región, pero el problema estriba en las apuestas. Se han provocado dilemas artificiales que hacen daño al futuro del país: cobertura contra calidad; inclusión contra especialización; profesionalización contra humanismo…

 

Es cierto que hay una tendencia mundial a la educación instrumental, esa que no busca con paciencia la consolidación de ciudadanos cultos, con valores de convivencia fuertemente arraigados, librepensadores, con criterio. Padres y alumnos, acosados por el desempleo y las carencias, exigen clases de aquello que “sirva para algo” descartando de una todo aquello que nos hace humanos y nos aleja de la animalidad innata: la filosofía, la historia, la lógica o la ciudadanía.

 

Da igual que haya biblioteca o no si el resto del entorno educativo no provoca el pensamiento y la participación activa de los alumnos y alumnas. Si los libros de las bibliotecas son igual de instrumentales que la educación en nada se avanza.

 

De nada sirven computadoras o conexión a internet si no se tiene claro para qué se quieren utilizar.

 

La pregunta que yo siempre me hago es si a los poderes –político, económico, religioso incluso- les interesa realmente una educación creativa y empoderadora. Lo dudo. Porque al poder no le interesa tener en frente a ciudadanos y ciudadanas con criterio que no traguen entero, que pregunten, que exijan sus derechos (esos que no les enseñan en la escuela). Si los ciudadanos salieran bien educados de las escuelas públicas (en los centros privados jamás serán bien educados, sino bien formados para ejercer el poder) los políticos de turno no podrían pasear su desvergüenza con tanta tranquilidad; los manzanillos de la Secretaría de Comunicación de la Presidencia no podrían apelar a la Declaración de Chapultepec para justificar el uso de dinero público en la campaña para incluir la segunda vuelta electoral; no habría 20 mil candidatos a presidente de la República sino 20 mil aspirantes a becas de doctorado; no se podría justificar una torre financiera millonaria mientras las bibliotecas agonizan en todo el país; no se podría atentar contra el Patrimonio de la Humanidad sin enfrentarse a un fuerte rechazo popular; no se podría agredir a las comunidades indígenas que ahora, para la mayoría, son comunidades ajenas (gracias al sistema educativo, entre otros); no se podría prometer un día una cosa y al día siguiente la contraria…

 

La educación, como se ha dicho desde hace décadas, es la semilla para la construcción de una sociedad mejor, pero no cualquier educación. Las escuelas del país son ahora repositorios de pobres (docentes y alumnos) y fábricas de empleados indolentes. La educación puede liberar o puede esclavizar y eso no hay biblioteca que lo apañe. La mala noticia es que mientras los gobernantes de nuestra Panamá sean como los actuales o como sus predecesores no hay esperanza, y no se intuye nada mejor al ver los que quieren llegar a las Garzas en 2014.

 

Toca esperar una reacción seria de los gremios docentes, una actitud individual y gremial responsable y creativa, que mientras sigue defendiendo sus derechos ante las autoridades sea capaz de cambiar las cosas en las aulas.

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No es imposible y, de hecho, sería la mejor contribución a la construcción social.

 

La educación, como la democracia, precisa de apellidos: participativa, crítica, liberadora o… instrumental, esclavizante, adormecedora. Nosotros elegimos.
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