Joseph Stiglitz y su malestar con el gobierno de Panamá

Joseph Stiglitz es uno de los economistas más conocidos y prestigiosos del mundo. Su impresionante currículum vitae, que abarca setenta y seis páginas, así lo acreditan. El mismo, quien es actualmente profesor en la Universidad de Columbia, es reconocido como un distinguido y original investigador académico del ámbito de la teoría económica, lo cual le valió que se le otorgara el Premio Nobel de Economía (2001).

Además de haber escrito más de 51 libros y textos, cientos de artículos científicos y realizado innumerables conferencias, Stiglitz también posee una vasta experiencia en el ejercicio práctico de la profesión. En este caso se pueden destacar su trabajo como presidente del Consejo de Consejeros Económicos en la administración de Clinton (1995 – 1997), así como su ejercicio como vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial (1997 – 2000). En este último cargo mostró su independencia y alto sentido ético, convirtiéndose en un decidido crítico de las doctrinas y políticas neoliberales, así como del estilo de globalización vigente, lo cual llevó a su separación del puesto.

Estos elementos, junto a sus investigaciones en el ámbito de la información imperfecta y asimétrica, sus conocimientos sobre la economía globalizada y su preocupación por la equidad social y la justicia tributaria, lo hacían un candidato perfecto para nuestro país que, después del escándalo generado en la firma forense Mossack Fonseca, tenía que mostrar al mundo su interés de introducir modificaciones en su estructura financiera a fin de otorgarle mayor transparencia. El actual gobierno, con su proverbial torpeza, convirtió esta importante posibilidad en un desagradable desastre.

Para comenzar fue obvio que la composición de la comisión designada por el gobierno convertía a Joseph Stigliz y a Mark Pieth, quienes se guían hacía la regulación de las finanzas, en una especie de isla en medio de un mar de tecnócratas neoliberales, quienes se inclinan por la liberalización de los mercados. Esto ya significaba una dificultad que finalmente no resultó ser la mayor. “Tuvimos -ha dicho Pieth- un problema con el gobierno de Panamá, no con los otros miembros del grupo”.

El actual gobierno no entendió que no es posible comprometerse con el más reconocido teórico de la información imperfecta, para quien las instituciones deben tener la mayor transparencia posible, a publicar los resultados de la comisión asignada, para luego negar dicho compromiso. Stiglitz, consecuente con su visión, ha hecho de conocimiento público que a finales de julio recibió una carta del gobierno panameño, indicando que solo el presidente de Panamá podía decidir si se publicaban dichos resultados.

Stiglitz y Pieth renuncian, entonces, señalando la falta de transparencia de la actual administración gubernamental, concluyendo, además, en que “solo podemos inferir que el gobierno está enfrentando presión de quienes están haciendo ganancias a partir del actual no trasparente sistema financiero de Panamá”. Pieth, por su parte, ha declarado que “no redactamos informes secretos…. La transparencia es la primera regla para contar con una plaza financiera limpia”. A final de cuentas la torpeza y oportunismo del actual gobierno ha terminado dañando seriamente la imagen del país, generándole un elevado costo.

Artículo del Profesor Juan Jované
17/8/2016

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