Formación profesional o mezquindad empresarial por Roberto Pinnock.

Los esfuerzos del Inadeh son olímpicamente vulnerados por los intereses políticos partidistas.
En esta semana, fui testigo directo de un interesante intercambio de experiencias locales e internacionales respecto del futuro (a partir del presente) de la formación profesional en nuestro país, auspiciado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Inadeh. El mismo, tuvo un carácter tripartita al darse cita sectores distintivos del Estado, del capital y del trabajo, a lo que debe destacarse la inclusión —atinada por cierto— de la representación de la academia universitaria pública como también la privada.

El escenario fue propicio para poner exponer expectativas y dificultades que cada sector dice enfrentar en cuanto a la necesidad de que el país en general y las empresas en particular, cuenten con mano de obra debidamente cualificada.

Salió a relucir, que los esfuerzos del Inadeh son olímpicamente vulnerados por los intereses políticos partidistas de cada uno de los gobernantes que han transitado por el Estado antes y después de su creación. Diversos participantes coincidieron en que esto se convierte en un problema, cuando las autoridades políticas por sus prácticas clientelistas logran que los cursos que se desarrollan no sean los acertados a la demanda del mercado laboral panameño o pretenden que se incluya a sus ‘recomendados’ que muchas veces no cuentan con los conocimientos previos para comprender lo que se instruye, con el consecuente resultado de la deserción y fracaso en los cursos y finalmente, dilapidación de los recursos públicos. Lo que fomenta, como un círculo vicioso, programas y cursos que el sistema productivo no demanda, pero que satisface a una clientela electoral de tal o cual político.

Desde nuestra perspectiva, fuera de la trama clientelista de los políticos y de la displicencia del sector laboral organizado por fomentar la cualificación de la población de su propia clase social, hay un problema de carácter más complejo, llámese estructural, que impide que la formación profesional que esta y otras instituciones tratan de llevar a cabo se vea diezmada. Este, pasa por la inexistencia de un plan de desarrollo debidamente concertado por todas las fuerzas del país, de carácter socialmente incluyente, al cual se alineen dichas colectividades.

Es decir, no existe un plan donde los distintos sectores económicos y culturales se vean expresados, guiados por principios solidarios que eviten la ruptura de la cohesión social galopante de nuestra sociedad, con un norte fundamentado por ejercicios participativos de prospección que indiquen cuál es el tipo de cualificación y magnitud que requiere cada sector del país —y no solo los localizados en la zona del tránsito internacional— de forma tal que empresas, Estado y sector laboral estén concertados en su impulso.

Al no existir este Plan, los entes formadores de mano de obra cualificada como el Inadeh y las universidades, no tienen el estímulo ni la presión social para orientar su oferta hacia lo pertinente de un desarrollo social y ambientalmente sostenible.

He aquí donde sale a relumbrar la mezquindad de la mayor parte del sector empresarial hacia la formación profesional, ya que demuestra en los hechos que no le interesa la suerte de los habitantes de este país sino el del engrosamiento de sus cuentas bancarias al plazo más corto posible.

Por ejemplo —de acuerdo a varios estudios que lo confirman desde la década de 1990— el empresariado medio que opera en nuestro istmo, dice estar de acuerdo con que sus trabajadores se formen y perfeccionen profesional y técnicamente. No obstante, menos del 2 % de este está dispuesto a invertir en esa formación. La mayoría argumenta que una vez que invierten en su formación se les van de la empresa.

Lo que no reconocen públicamente es que la mayor cualificación profesional trae consigo la demanda de una mayor remuneración —salario digno según el vocabulario de la OIT— que no están dispuestos a pagar. ¿Y cómo solventan esta contradicción los empresarios del país? Sencillo, acudiendo al ejército laboral de reserva constituido por inmigrantes extranjeros (Véase Pinnock, ‘Inmigrantes para un ejército’, FLACSO, en: La Estrella de Panamá , 28 de enero de 2018) ya cualificados y, sobre todo, sin invertir ni un céntimo por ello.

Existiendo un plan de desarrollo en los términos sugeridos anteriormente, estado, empresariado y sector laboral, estarían alineados aportando cada quien en un sentido de ganar—ganar, para el desarrollo pertinente no a tal o cual grupo de empresas, sino al país en su conjunto.

SOCIÓLOGO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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Marketing sindical orientado a la comunicación y estrategia de los sindicatos www.monagrillo.net

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