DISCURSO EN HOMENAJE A LA BRIGADA VICTORIANO LORENZO

(Universidad de Panamá, 24 de agosto de 2022)

Por. Jaime Flores Cedeño

Muy buenos días, compañeros y compañeras. Queremos agradecer en primera instancia la invitación que nos ha cursado el Embajador de Nicaragua en Panamá, Lic. Marvin Ortega, para participar en este significativo acto, que tiene como fin hacerle público homenaje a los 23 panameños caídos de la Brigada Victoriano Lorenzo, la cual combatió de forma heroica al sátrapa Anastasio Somoza, dictador de Nicaragua.

Los nombres de estos compatriotas deben ser estampados para la eternidad y su ejemplo internacionalista servir de ejemplo para las futuras generaciones.

Estos mártires son los siguientes: Juan José Navarro, Luis Carlos Mitre, Mario Molina, Mario Tryhane, Oriel Sánchez, Rangel de León, Ricardo Carrillo, Robinson Melgarejo, Rubén Darío Salvatierra, Silvestre E. Harding, Virgilio Rebolledo, Antonio Drape, Armando Molina, Avilio Estrada, César Augusto Lezcano, Cornelio Castillo, Enrique Ibarra, Erasmo Moreno, Evaristo Vásquez, Frank Delgado, Fredy Hernández, José Eliecer Anria y José Luis Castillo.

Esta Brigada, junto al ejército combatiente del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), escribieron páginas gloriosas por la libertad de Nicaragua.

En esta ocasión, nos han solicitado el señor Embajador, que expongamos una semblanza del General Victoriano Lorenzo, nombre que llevaba la precitada Brigada, lo que hacemos a continuación:

La vida de Victoriano Lorenzo ha sido ensayada por distintos autores nacionales como: Humberto Ricord, Jorge Conte Porras, Celestino Andrés Araúz y Ricaurte Soler. Fue escrita en el género de novela por Ramón H. Jurado, con su clásica obra “Desertores” y Carlos Francisco Changmarín, en su célebre publicación “El Guerrillero Transparente”.

Victoriano Lorenzo, no fue un hecho casual en nuestra historia, ni un personaje sacado de historietas vagas o ficticias, como aquellos héroes irreales y con poderes proyectados por la cinematografía estadounidense.

En Victoriano, tenemos, a un héroe real, que siente y sufre las injusticias que se cometen en contra de su pueblo, amigos y familiares. Ante tales hechos, él entiende perfectamente que la única manera de salir de la pobreza, la miseria y el olvido que agobiaba a su población, así como de los diezmos y del trato cruel impartido por funcionarios civiles y militares adeptos al conservadurismo, no era otra, que la lucha armada de todo su pueblo que no soportaba más el estado de postración y persecución que eran víctimas.

Con Victoriano Lorenzo, y el resto de los combatientes liberales de la Guerra de los Mil Días, se puso en práctica una vez más el valor de los panameños, y el anhelo permanente de libertad, que tiene sus orígenes desde la época colonial cuando llegaron las embarcaciones españolas a Tierra Firme.

Fue precisamente, durante ese período histórico, que caciques de la estatura de Quibián, Urracá, París y Cémaco, le dieron una amarga bienvenida a los conquistadores, que no venían en plan de paz, sino de guerra, a llevarse todo el oro y la plata de nuestras tierras, sin importar las vidas que pudieran ser sacrificadas.

Lo que se dio al momento de la conquista fue un verdadero genocidio, como bien nos lo ensayaron, algunos autores Latinoamericanos, entre estos: el uruguayo Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina” y Juan Bosch en su colosal obra “De Cristóbal Colón a Fidel Castro, el Caribe, frontera imperial”.

A la rebelión indígena, se sumó el levantamiento de los cimarrones, quienes fueron traídos a Tierra Firme como carne esclava y tuvieron que sufrir por siglos los azotes y las penurias de un sistema colonial que estaba hecho para saquear nuestras riquezas naturales y minerales a cualquier precio.

Los cimarrones, siguieron el ejemplo de las poblaciones indígenas que se rebelaron contra los españoles. Un punto a destacar es, que como parte de su estrategia de lucha se congregaron en los denominados “palenques” que constituían una forma de organización social y defensiva.

Cabe mencionar en este momento a significativos héroes, como: Bayano, Felipillo, Antón Mandinga y Luis de Mozambique, quienes por sus agiles destrezas y combatividad le causaron innumerables bajas a los conquistadores. Muchos de estos grandes líderes indígenas y cimarrones mencionados no cuentan hoy día con una calle, avenida, o plaza que les haga honor, y menos aún, fueron resaltados por los historiadores de las élites en los 500 años de la conmemoración de la ciudad de Panamá, la cual ellos sitiaron en muchas ocasiones por ser el centro operativo de la política esclavista y de opresión en el Istmo.

Victoriano Lorenzo, se constituye dentro de este entorno histórico en un legítimo heredero de toda esta lucha anticolonial y represiva que le antecedió. En consecuencia, producto de la amistad que tenía con el doctor Belisario Porras y que había heredado de su padre, fue convencido de incorporarse a la Guerra de los Mil Días en el bando liberal, por considerar que coincidía con sus objetivos de lucha a favor de los indígenas y campesinos.

Desde 1821, fecha en que nos independizamos de España, los istmeños abrazaron de forma mayoritaria los ideales plasmados en el liberalismo, porque eran los opuestos a la política feudal, clerical y centralista, que sustentaban los conservadores.

La historia del siglo XIX panameño y colombiano, como nos lo expuso Ricaurte Soler, se resumen en la lucha entre: liberales y conservadores, que llegó a un plano de cruciales enfrentamientos que involucró a bolivarianos y santanderistas.

Uno de los máximos teóricos del liberalismo en aquella época y que se opuso frontalmente al modelo conservador, fue el doctor Justo Arosemena, quien desde muy joven contrarió las prácticas esclavistas en Panamá y decidió respaldar el proyecto del “Estado del Istmo” liderado en 1840, por otro gran héroe de la Patria, como fue el General Tomás Herrera, quien ha recibido más condecoraciones post mortem en Colombia, que, en Panamá.

Justo Arosemena, por medio de su obra cumbre, “El Estado Federal de Panamá”, publicada en 1855, sustentó con argumentos históricos, geográficos, sociológicos y jurídicos, las razones que nos diferenciaban de Colombia planteando la necesidad de convertir al Istmo en un Estado Federal.

El Estado Federal de Panamá, tuvo una vigencia de 31 años, hasta la puesta en vigor de la Constitución Centralista de Rafael Núñez en 1886. De allí en adelante la suerte del Istmo cambiará por el abandono que las autoridades de Bogotá les darán a los panameños y que consistía en un castigo por las constantes rebeldías de los nacionales que aspiraban ser autónomos e independientes. Uno de esos rebeldes fue Pedro Prestán, ahorcado de manera injusta en Colón por colombianos y estadounidenses en 1885.

En represalias, a la nueva constitución se le incorporó el artículo 201, en su texto se disponía que: “El Departamento de Panamá estaba sometido a la autoridad directa del Gobierno y sería administrado con arreglo a leyes especiales”.

La carencia de escuelas, carreteras y hospitales, sintetizado en el abandono total que tenía el Istmo con respecto a la metrópolis, fueron entre otras causas, que panameños de filiación liberal como: Belisario Porras, Eusebio A. Morales, Carlos A. Mendoza y Domingo Díaz, decidieran trasladar la guerra del resto de la Nación a Panamá y que había iniciado en 1899.

En esta Guerra, representó un factor clave y fundamental en las montañas de Coclé el liderazgo del Cholo Victoriano Lorenzo, figura respetada y admirada por los pobladores de la región. Sin embargo, hubo algunos sectores de la oligarquía liberal y conservadora que en el transcurso del siglo XX se dieron a la tarea de desvirtuar la imagen de Victoriano Lorenzo.

Llegaron a decir, que era analfabeta, bandolero y criminal, inclusive, le restaron importancia en los textos de historia, tal como observamos en el “Compendio de historia de Panamá”, de Enrique J. Arce y Juan B. Sosa, donde se pasa por alto el liderazgo de Victoriano y su posterior fusilamiento.

Aquellos que deseen profundizar en la estigmatización que fue víctima el “Cholo” Victoriano, sugerimos leer la defensa que hizo Diógenes de la Rosa, en los años treinta, oponiéndose a los argumentos en contra vertidos por Ernesto J. Castillero Reyes.

Victoriano Lorenzo, era oriundo de la provincia de Coclé, hijo del señor Rosa Lorenzo y María Pascuala Troya. Desde muy temprano sus padres lo internaron en una escuela regentada por jesuitas en Capira. En este centro de estudio aprendió a leer y escribir bajo la dirección del padre Antonio Jiménez. Pocos años después y en ausencia de este sacerdote fue guiado por maestros de la época en los oficios de sastre, barbero y zapatero.

En su juventud ocupó algunas posiciones públicas en la provincia de Coclé, la primera, de Gobernador de la región Norte, en reemplazo de su fallecido padre, y luego, por su evidente aceptación ante los indígenas, fue nombrado Regidor del Cacao, sitio ubicado en las faldas del Cerro Trinidad, distrito Capira.

A raíz de una disputa que tuvo con el terrateniente Pedro de Hoyos, quien por su linaje no aceptaba a la raza indígena de la que procedía Victoriano, se originó una disputa donde Hoyos resultó muerto. Pasado este incidente, se entregó voluntariamente y fue recluido 9 años en la cárcel de la Bóvedas. La prisión no lo convirtió en un hombre frío, solitario o despiadado. Esta le sirvió para afinar sus conocimientos y destrezas que le serían útiles más adelante cuando se inician los combates.

Su secretario, el Teniente Coronel Juan José Quirós Mendoza, relató que en la cárcel Victoriano leyó temas de guerra, armas y libros sobre derechos ciudadanos. En el reclusorio aprendió también a manejar armas de fuego y se relacionó con las milicias.

Sus años en la cárcel le sirvieron para entender la idiosincrasia de las fuerzas militares, sus fortalezas y debilidades. Una vez quedó en libertad, se trasladó hacía el Cacao, y en 1900, sería reclutado por el propio Belisario Porras para participar en la Guerra, siendo esta, el único camino para luchar en contra de las injusticias que a diario padecía su pueblo.

Su cuartel general en la Negrita, cerca de Penonomé, estuvo organizado por 14 frentes guerrilleros, de este sitio partirán sus tropas a enfrentar al enemigo. Todos los que de una forma u otra tuvieron acción en la guerra describieron a Victoriano, como: un hombre valiente, dispuesto a dar batalla y excelente estratega militar. Por estas cualidades su pueblo en Asamblea popular lo distinguió con el grado de General, que después sería ratificado por la dirección del ejército liberal.

La Guerra de los Mil Días, terminó primero con el Tratado de Neerlandia, y después en Panamá, con el Tratado de Wisconsin el 21 de noviembre de 1902, firmado en un barco estadounidense con el beneplácito de liberales y conservadores, los mismos que en alianza un año después sellaron con tinta de traición el Tratado Hay Bunau Varilla en 1903.

Recordemos, que los Estados Unidos buscaban la pacificación del Istmo para materializar su propósito geoestratégico de construir un Canal por la franja angosta de nuestro país. Dentro de sus planes de expansión, los Estados Unidos se habían apoderado de Puerto Rico en 1898, a raíz de la Guerra Hispanoamericana, y habían impuesto la Enmienda Platt a Cuba en 1901, solo faltaba Panamá para cumplir con sus objetivos.

Para los conservadores y liberales la denominada paz no se podía dar si seguía existiendo la figura ejemplar de Victoriano Lorenzo. Bajo este concepto, se tomó la decisión de apresarlo con falsos cargos y ejecutarlo en una plaza pública con el fin de enviar un mensaje de terror al pueblo, sobre las represalias que seguirían todos aquellos que optaran en sublevarse.

Victoriano Lorenzo, fue fusilado el 15 de mayo de 1903, por un consejo de guerra instalado de manera ilegal que violaba los acuerdos de paz y amnistía emanados del Tratado de Wisconsin. Fue sometido a un tribunal militar, y no civil, como establecía la Ley, además, no le concedieron las garantías procesales que todo detenido debía tener. Igualmente, se le designó como abogado a un joven de 16 años que no estaba a la altura de los acontecimientos.

El fatídico juicio comenzó en la tarde del 14 de mayo, y en la mañana del 15, se tenía un veredicto, todo en la penumbra de la noche. Con el dictamen, Victoriano Lorenzo, aceptó la muerte con hidalguía y en ningún momento declinó en sus ideas.

Fue exhibido por las calles de la ciudad como si fuera un criminal y sometido ante un pelotón de fusilamiento que descargó toda su ira contra nuestro héroe, por medio de 36 disparos, realizados en tres descargas a diez pasos de distancia.

Su cadáver no tuvo un ataúd, fue transportado en carreta por la ciudad hasta el cementerio, para que sirviera de escarnio a todos los que siguieran su ejemplo. Todos los panameños estaban de luto por la muerte de su líder, moría de esta forma el primer Guerrillero del siglo XX de Panamá y Latinoamérica. Perecía el hombre que defendió con valentía y dignidad a su pueblo; el hombre que creyó en un ideal y quien en todo momento demostró lealtad hacia sus compañeros de lucha.

Al tenor de estos sucesos, Diógenes de la Rosa expresó: “Lo que preocupaba seriamente a los sectores más oscuros y oscurantistas del conservatismo era el significado subversivo, la lección social que expresaba para las masas más deprimidas del Istmo la actuación de Victoriano Lorenzo.

En él trataron de ajusticiar, no tanto la perecedera figura carnal, como el simbolismo, el mito explosivo, con que aparecía en la imaginación popular. Pero fracasaron. El sentido y el signo de Victoriano Lorenzo, siguen alentando en el espíritu del arrabal que hasta hace poco encendían velas sobre su tumba”.
Asesinaron de esta forma a Victoriano, pero, no sus ideas, ni su hidalguía.

Desde el mismo momento en que dejó de respirar, su figura y prestancia se hicieron más grande. El Cholo coclesano no murió, siguió vivo en cada una de las gestas libertarias acontecidas en el siglo XX, que reclamaban soberanía en la antigua Zona del Canal y mejores condiciones de vida.

En este día, cuando hacemos honor a los caídos y héroes de la Brigada Victoriano Lorenzo, tenemos a bien manifestar, que el legado del Cholo Guerrillero vive hoy más que nunca en al alma de los estudiantes, indígenas, profesionales, trabajadores y campesinos, que aspiran a un mejor Panamá, con justicia social, sin desigualdades y en plena libertad.

En su figura se constata la grandeza de un líder que vivió y murió defendiendo a su pueblo y que jamás claudicó en sus objetivos y pasiones. Su liderazgo constituye un modelo de heroísmo humildad, lealtad y de elevados valores, que todos debemos imitar.

---
Comunica a tus bases y afiliados donde sea que esten. Facebook e Instagram, Marketing sindical. www.monagrillo.net

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.