Desafíos que enfrentan los pacientes en el acceso a la salud

A pesar de que la incidencia de algunos males es más alta en países ricos, la mortalidad es mayor en los pobres, afirmó el médico e investigador en economía de la salud Diego Rosselli, presidente del capítulo de Colombia de la Sociedad Internacional de Farmacoeconomía e Investigación de Resultados, en el marco de un foro de periodismo científico en salud, celebrado en San José, Costa Rica.

En América Latina, así como en el resto del mundo, los pacientes se enfrentan a barreras de todo tipo para tener acceso a los servicios de salud.

Sobre ello expuso el médico colombiano e investigador en economía de la salud Diego Rosselli, presidente del capítulo de Colombia de la Sociedad Internacional de Farmacoeconomía e Investigación de Resultados (Ispor, por sus siglas en inglés) y desde el 1 de julio pasado coordinador de la Ispor para América Latina, en un foro de periodismo científico en salud, en San José, Costa Rica, la semana pasada.

“Todos los sistemas, en todos los países, imponen barreras de acceso a los servicios y productos en salud. El problema es cuando estas barreras se vuelven inequitativas o se centran en discriminación”, afirmó el doctor Rosselli, quien posee un postgrado en neurología experimental del Instituto de Psiquiatría de Londres, una maestría en educación de la Universidad de Harvard y otra maestría en políticas de salud de The London School of Economics.

El colombiano Diego Rosselli es el nuevo coordinador de la Sociedad Internacional de Farmacoeconomía e Investigación de Resultados para América Latina. Expandir Imagen
El colombiano Diego Rosselli es el nuevo coordinador de la Sociedad Internacional de Farmacoeconomía e Investigación de Resultados para América Latina.
De acuerdo con el especialista, las mujeres mayores, las minorías y las personas más pobres son las que enfrentan mayores problemas de acceso a los servicios de salud.

“A pesar de que la incidencia de algunas enfermedades es más alta en los países más ricos, la mortalidad es más alta en los más pobres, en parte, porque el diagnóstico es más temprano en los países más desarrollados”.

Por ello, la mortalidad depende de lo avanzada que esté la enfermedad al momento del diagnóstico.

El doctor Rosselli dijo, además, que el alto costo de la salud es otra barrera para el paciente, pues este “va aumentando cada vez más por una población que envejece por la transición epidemiológica”.

Pero, ¿por qué se incrementan los costos en salud? Entre los factores que motivan esto está el desarrollo tecnológico, ya que con este se está ampliando la brecha entre lo que la medicina es capaz de ofrecer y lo que la economía es capaz de pagar.

Así mismo, ¿cuánto es aceptable pagar para que un paciente gane un año más vida? El doctor Rosselli señaló que la propuesta de la Organización Mundial de la Salud corresponde a tres veces el producto interno bruto (PIB) anual per capita.

Tomando en cuenta que en Panamá el PIB per capita es de 11 mil 36 dólares, Rosselli apunta que las cifras panameñas muestran “que hasta 33 mil dólares se justificaría pagar, esa es una sugerencia, no es una cosa taxativa, por persona, para que ese paciente gane un año de vida, es decir, que una terapia que le salve un año de vida y ojalá lo viva en perfectas condiciones. No se justifica si vale más de 35 mil dólares el año de tratamiento en el caso de Panamá, pero esto varía dependiendo de cada país. La mayor parte de las terapias oncológicas generalmente están por fuera de ese límite; es más, con la hemodiálisis, algo que se hace todos los días, se termina pagando más que eso, por ello, esto hay que verlo con cautela”.

Usted es médico especializado en neurología, con maestría en educación y en políticas de la salud. ¿Qué lo motivó a adentrarse en la farmacoeconomía?

Corría el año de 1992 cuando yo era profesor de neurología y gano una beca para ir a Harvard a hacer una maestría en educación. Allá conocí a un economista que estaba haciendo un doctorado en economía social, a quien habían nombrado ministro de Salud en Colombia y él fue el artífice de la Ley 100 que reformó el sistema de salud colombiano en 1993.
Se llamaba Juan Luis Londoño de la Cuesta. Él creó una dependencia que fue la primera en América Latina que estaba a cargo de hacer estudios económicos en salud, llamada la Dirección de Desarrollo Científico y Tecnológico del Ministerio de Salud. Yo fui su primer director, y eso me dio una oportunidad de interesarme en la farmacoeconomía, un tema que para mí era totalmente novedoso.
¿Qué barreras enfrenta el paciente con cáncer en América Latina?

Enfrenta muchas barreras, algunas en común con lo que ocurre en muchos países del mundo y algunas muy propias de desigualdad social. Son barreras geográficas de distancia, barreras culturales de desconfianza al sistema de salud, y por el otro lado, barreras de aprobación de los medicamentos y de traída a nuestros países de las tecnologías avanzadas.

También hay barreras de la demanda, es decir, que la gente no recurre ni sabe lo importante que es la prevención del cáncer y cree que es un designio divino y lo acepta con resignación, hasta las dificultades en la aprobación por parte de las nuevas tecnologías por parte del gobierno y los sistemas de salud.

¿Cuál es el impacto social y económico de una persona enferma?

Bueno, esa pregunta no es nada fácil. El impacto social de una enfermedad se puede determinar de muchas maneras. Una, la más fácil, es ver cuánto cuestan los medicamentos, los procedimientos, las hospitalizaciones que requiera esa persona.

Una segunda es lo que cuesta la pérdida de la productividad; el ausentismo laboral, las incapacidades laborales o lo que llaman el presentismo, que es lo que llaman ir a trabajar pero no estar en buenas condiciones, y por ende por no producir lo suficiente.

Eso no agrupa todo, sigue habiendo un gran impacto intangible, que es ese hecho de ir a un médico y salir con el diagnóstico de cáncer: así usted se esté sintiendo bien, así usted esté trabajando todavía, así usted no esté generando aún ningún costo, ya su vida no es lo mismo por el costo de la ansiedad, de la preocupación, y además, sumémosle que una enfermedad no afecta casi siempre solo a la persona, sino que afecta casi todo su entorno familiar.

Tomado de La prensa

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