En Macondo, pueblo donde se desarrolla la obra Cien Años de Soledad, del gran Gabo, los gitanos llegaban al pueblo cada año a mostrar y vender novedades y se iban, sin importar si de algo les servía a sus habitantes esas novedades. Era un pacto perverso, que aprovechaba la falta de cultura y conocimiento en beneficio de los vendedores, que no tenían ningún compromiso con los compradores.
El clientelismo fue una práctica de la mafia siciliana llegada a Estados Unidos a finales del siglo XIX, mediante la cual se daba protección a la familia o clientes, a cambio de cumplir las instrucciones de los “jefes” y ejecutar actos legales o ilegales. Hoy, es una motivación fundamental en una gran parte de los políticos de nuestro país; es algo semejante a los gitanos de Macondo, pero más grave, pues lo que se vende es un voto electoral a cambio de que el político entregue al “cliente” cualquier cosa que le resuelva momentáneamente alguna necesidad (la más durarera es un puesto en el gobierno por un máximo de 5 años). El Clientelismo político le impone al resto del país un gobierno que no tiene interés en otra cosa que no sea mantenerse en el poder y por ese camino, se condena a la nación al subdesarrollo y la miseria.
Para el clientelismo político no existen realmente planes y programas de gobierno. Las obras se adelantan para obtener beneficios económicos personales o grupales; se publicitan como la gran cosa, con el objeto de obtener el favor popular para seguir manteniéndose en el poder, pretendiendo olvidar y que el país olvide que el deber de los gobiernos es hacer las obras que requiera el bienestar popular. Por eso, con diferentes matices, los gobiernos clientelistas no consultan ni hacen partícipe a la población de las decisiones que afectan precisamente, a todos los ciudadanos. Sus decisiones son personalísimas, o de un reducido grupo, porque si las discutieran con los genuinamente interesados, seguramente no podrían obtener beneficios.
La democracia burguesa han escrito Manduley y Valenzuela, se concreta en hacer que la mayoría escoja a la minoría para gobernar en función de los intereses de éstos últimos, y mediante el clientelismo político partidista es decir los clientes de los partidos políticos, se obtiene una base social de apoyo que aplaude sin razonamiento alguno, todas las actuaciones de gobierno, gracias al apoyo individual que cada uno de esos clientes recibe del partido en el gobierno.
El clientelismo político necesita que el país no progrese, debe existir miseria y pobreza, falta de empleos y necesidades insatisfechas hasta el más ínfimo nivel, como una bolsa de comida para alimentarse, etc. Mientras exista esa realidad, el clientelismo tiene asegurada su existencia pues podrá ofrecer soluciones para el momento a cambio de votos. A su vez, mientras los más necesitados no quieran salir de la sobrevivencia del día a día, en vez de soluciones permanentes, el clientelismo tiene el terreno abonado, aunque eso signifique condenarse a sí mismo y a sus hijos a vivir en la miseria, en un eterno pacto perverso.
El estribillo de una canción dice “tú no puedes comprar la lluvia; no puedes comprar el sol, no puedes comprar las nubes, no puedes comprar los colores”. Sería muy satisfactorio que los panameños pudiéramos agregarle “no puedes comprar mi conciencia”.
por: Lic. Carlos Ayala