China, y nosotros. Guillermo Castro

China es la civilización de desarrollo continuo más antigua de la Humanidad. A lo largo de 5 mil años, ha hecho importantes contribuciones al desarrollo de la especie humana. Su territorio, por ejemplo, fue uno de los focos de origen de la agricultura en el mundo, que allí adoptó formas especialmente intensivas de policultivo, y generó una cultura hidráulica muy refinada. A esto se agregaron otros aportes, que van desde la imprenta, el papel moneda y la pólvora, hasta tecnologías muy complejas para la explotación de recursos y la construcción de infraestructuras.

Así, la nueva etapa de apertura y crecimiento económico acelerado que hoy vive China opera sobre un trasfondo civilizatorio de especial riqueza. Esa riqueza no es sólo material. En ella destaca el respeto por el conocimiento y quienes lo producen, a lo que se incorpora hoy el que reciben quienes lo aplican en iniciativas innovadoras.

Sin embargo, la visión dominante sobre China en países como el nuestro sigue siendo la que se forjó a lo largo de un período de crisis en el desarrollo de aquella civilización. Ese periodo tuvo lugar entre las Guerras del Opio de 1839 a 1842 – emprendida por el Imperio Británico para forzar a China a aceptar el libre comercio de ese estupefaciente, producido entonces sobre todo en la India colonial británica-, y la Revolución Cultural de mediados de la década de 1960. A lo largo de ese siglo, se produjo el derrocamiento del Imperio Manchú en 1911 por un movimiento democrático de capas medias y campesinos encabezado por el Dr. Sun Yat Sen, seguido por un prolongado periodo de guerra civil y agresiones extranjeras.

Un periodo tan convulso, a su vez, estimuló desde muy temprano la emigración china a otras regiones, con un impacto especialmente visible y duradero en países como Estados Unidos, Panamá y Perú. Todo ello generó la imagen de China como un país atrasado y con limitadas capacidades de desarrollo, que apenas ahora empieza a cambiar.

Hoy, cuando China emerge como una potencia económica global, Panamá cuenta con la inmensa ventaja comparativa de una comunidad china en desarrollo desde 1850, que ha mantenido relaciones de intercambio con sus regiones de origen, ha enfrentado con éxito la xenofobia y sigue creciendo tanto por inmigración como de manera vegetativa. Esa comunidad, estimada en unas 350 mil personas, constituye un importante activo potencial para el desarrollo de Panamá, sobre todo en lo que hace a nuestras relaciones con la región de Asia-Pacífico. Sin embargo, aún hace falta un largo trabajo con la comunidad chino-panameña para hacer de ella una ventaja competitiva para nuestro país en la economía global.

Hoy, la presencia de China en América Latina se expresa sobre todo a través de la demanda masiva de alimentos y minerales; la oferta de bienes de consumo de bajo y medio precio, y la demanda de servicios logísticos para el intercambio de esos bienes. Sin embargo, el potencial de estos vínculos es mucho más amplio y complejo de lo que parece a primera vista. Esto se expresa, por ejemplo, en la creciente presencia china en el mercado de mega proyectos de infraestructura – como el del cuarto puente sobre el Canal de Panamá, o el ferrocarril interoceánico Brasil – Bolivia – Perú -, y la participación en el mercado de servicios tecnológicos de alta gama, que en Panamá tiene su primera expresión en la instalación de la sede regional de la empresa Huawei.

A lo anterior cabe agregar la iniciativa estatal china de asumir y encarar los problemas de la sostenibilidad del desarrollo a través de una estrategia encaminada a crear lo que llaman una civilización ecológica, concebida en términos que combinan tradiciones milenarias con iniciativas contemporáneas, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. Esa política incluye la búsqueda de asociados en países de Asia, África y América Latina – entre ellos Panamá -, para iniciativas de cooperación global.

Panamá enfrenta hoy limitaciones de orden político, cultural y educativo para aprovechar la creciente demanda de servicios de apoyo logístico y tecnológico por parte de China. Así, por ejemplo, el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China hace resaltar aún más la política migratoria que discrimina a las personas originarias de aquel país. En lo cultural, el panameño común sigue percibiendo a China como un país atrasado, a partir del imaginario surgido entre 1850 y 1950. Y en lo educativo, la severidad de nuestras limitaciones en áreas como la ciencia, la matemática, la historia global y la lengua inglesa afectan negativamente nuestra competitividad para atraer inversiones chinas en el campo de la I+D+i dirigidas al mercado latinoamericano.

Atendiendo a todo esto, las relaciones de Panamá con China abren nuevas posibilidades para que entidades como el área logística Panamá – Pacífico, la Ciudad del Saber, SENACYT y el Consejo de Rectores pueden cumplir en la tarea de convertir a nuestro país en un centro de oferta de servicios de apoyo a la gestión del conocimiento para actividades de I+D+i en los campos de servicios globales, ambientales y culturales. Esa tarea se verá facilitada, sin duda, por el hecho de que desde hace varios años la República Popular China viene desarrollando un programa de pasantías para profesionales panameños en los más diversos campos y vinculados a una amplia gama de entidades públicas y privadas. Esto permite a Panamá contar ya con nuevas capacidades para identificar interlocutores en China, y definir oportunidades puntuales de colaboración.

A esto es justo agregar un último comentario. Panameños de distinguida trayectoria profesional, unos a título individual y otros desde organizaciones como la Asociación de Amistad de Panamá con China, han venido desarrollando durante largos años las más diversas actividades de acercamiento entre ambos países. Establecer esas relaciones no es un hecho de mera oportunidad y coyuntura: es un logro construido a partir de la conquista de nuestro derecho a ejercer plenamente los derechos y los deberes de la soberanía nacional, conquistada mediante la ejecución del Tratado Torrijos – Carter. Ahora podemos crecer sobre ese logros, en busca de otros mayores y más complejos en nuestras relaciones con China. Después de todo, en eso – entre otras cosas – consiste el desarrollo que todos deseamos.

Panamá, 14 de junio de 2017

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Paginas web que comunican e informan al trabajador. Marketing Sindical. www.monagrillo.net

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