Brasil es el Blanco

La situación política internacional sigue reflejando el desarrollo desigual de las naciones. El predominio del rentismo en el capitalismo contemporáneo alcanza niveles incontrolables y también por eso, esa hegemonía amenaza el ya débil patrón civilizacional actual. La crisis capitalista en curso acelera estas contradicciones.

El marco político y económico constituido después de la segunda guerra mundial ya no coincide con las condiciones actuales. El consorcio imperialista liderado por los Estados Unidos pretende mantener su hegemonía y nuevos centros políticos enfrentan esta resistencia.

Articulaciones inter-regionales, como los BRICS y regionales como ALBA, CELAC y UNASUR son expresiones de este nuevo esfuerzo de cambio y refuerzan la transición hacia la multipolaridad en escala mundial.

Se constata que la región América Latina y Caribe, especialmente con la ascensión de gobiernos progresistas a partir de 1998- que se unió a la histórica resistencia cubana- posicionó nuestra región en esta nueva tarea geopolítica.

Esta lucha tensó aún más el mundo y nuestra región. No coincidentemente, la mayoría de estos países enfrentan conspiraciones políticas, chantajes y sanciones económicas, en un nítido movimiento imperialista articulado para descarrilar esos procesos.

En Brasil, desde la cuarta victoria electoral consecutiva de su pueblo en 2014, la élite brasileña, articulada con los intereses imperialistas, no acepta el resultado y complota contra el gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff y busca criminalizar al ex Presidente Lula.

Percibiendo de que a través de la consulta electoral no es capaz de ganar, la derecha brasileña una vez más realiza su tradición golpista y repite su táctica antidemocrática contra los gobiernos progresistas elegidos: “Ellos no pueden presentarse como candidatos, si se presentan, no pueden vencer. Si vencen, no pueden tomar posesión. Si toman posesión, no pueden gobernar”.

Esta es la línea conspiratoria que está en curso contra la Presidenta Dilma. Bajo la máscara de un pedido de destitución, sin ningún fundamento legal, se realiza un golpe de estado que confronta la joven democracia brasileña. Los verdugos integran un consorcio oposicionista que está formado por el poder judicial, la policía federal y un Parlamento conservador. Esta contingencia es potencializada, descaradamente por un sistema de comunicación nacional monopolizado que manipula una gran parte de la opinión pública.

El Parlamento, destacadamente la Cámara Federal, formada por una mayoría reaccionaria, aprobó el pasado día 17 de abril la admisibilidad de la destitución de la Presidenta. Ese golpe estuvo bajo el mando del Presidente de la Cámara, el diputado Eduardo Cunha (PMDB-RJ), un parlamentar que es denunciado por el poder judicial por corrupción y lavado de dinero. Sin embargo por haber dirigido el intento de golpe de la derecha, permaneció en la Presidencia hasta la conclusión del proceso en la Cámara de diputados. Un escándalo que deslegitima todavía más la destitución. Sólo después de haber concluido el golpe en la Cámara, fue debidamente alejado por la Corte Suprema.

Ahora el proceso se encuentra en el Senado Federal, otra casa conservadora, que juzgará en los próximos días la consumación o no de un golpe mediático-parlamentario que podrá abrir el camino para el regreso de las fuerzas reaccionarias y su programa neoliberal.

Por lo tanto, Brasil es el blanco del imperio, víctima también del nuevo y sofisticado nuevo movimiento del “golpe suave” – que ya ha afectado Honduras, Paraguay, Venezuela y Argentina – una arquitectura política que pretende desconstruir y descarrilar los procesos de nuestra integración regional.

Aún enfrentando esa feroz contraofensiva, marcada por una fuerte unidad de la clase dirigente junto con la manipulación de los medios de comunicación, los movimientos sindical, social y democrático del país desarrollan una intensa agenda de resistencia democrática.

Centenares de juristas, intelectuales y artistas se suman a las grandes manifestaciones populares articuladas por las centrales sindicales – CTB e intersindical (afiliadas a Federación Sindical Mundial) y la CUT – en conjunto con el movimiento estudiantil y comunitario. El resultado es un gran movimiento cívico contra las articulaciones de la derecha. La lucha de clases en Brasil alcanzó una nueva fase, en su intensidad, forma y alcance.

A pesar de la generalizada insatisfacción política, se despierta de manera creciente en el país una reacción contra esa maquinación, sobre todo por los actores que la conducen: los neoliberales históricos como el ex presidente Fernando Henrique, el rechazado vicepresidente Michel Temer (PMDB-SP) – el capitán del golpe que asumió en el último periodo una conspiración y traición abierta visando asumir la Presidencia de la República – así como el corrupto diputado Eduardo Paes.

La clase trabajadora brasileña es la más interesada en combatir esas fuerzas golpistas, porque conoce los efectos del regreso de su agenda. Un período nefasto ya vivido que fue marcado por la subordinación a los dictados de los Estados Unidos, contra la soberanía nacional, los derechos sociales y los derechos laborales.

El PMDB, partido directamente beneficiado por el golpe, porque tiene la sucesión de la Presidencia, la Vicepresidencia y la Presidencia de la Cámara Federal recientemente lanzó un programa con el cual quiere supuestamente gobernar el país: el autodenominado “puente para el futuro”. En realidad, es un documento que no deja ninguna duda sobre los rumbos y riesgos que el país incurriría. Se trata de una propuesta-túnel para un pasado liberal.

La CTB está consciente de las contradicciones y limitaciones del proyecto nacional progresista desde el Presidente Lula hasta Dilma, para nosotros lo que está en juego no es el juicio de un gobierno, sino evitar que el país – con serísimas repercusiones en América Latina y el Caribe – sea engullido por el reaccionarismo político, por la especulación financiera y por el consorcio imperialista.

Reafirmamos que Brasil se inserta en un contexto de correlación de fuerza estratégica desfavorable a nivel mundial, una interpretación que nos conduce a implementar tácticas de acumulación de fuerzas.

Estar en Cuba significa convivir con las enseñanzas de su experiencia revolucionaria, donde las categorías de estrategia y táctica son permanentemente actualizadas. Significa entender – para la permanente defensa de su soberanía –que cambian los medios, pero los objetivos amenazadores contra su patria se mantienen. Con esta inspiración, la CTB entiende el proceso político brasileño sin ilusiones, distinguiendo los diferentes niveles entre los medios y los fines.

Con esas premisas luchamos para que las experiencias democráticas y populares, como la de Brasil, no sean interrumpidas en nuestra región.

A pesar de las dificultades actuales, nuestras jornadas nacionales de lucha buscan interrumpir el golpe en curso en Brasil, pero al mismo tiempo, desarrollamos fuerzas para enfrentar cualquier escenario, particularmente aquellos que amenazan nuestra democracia, soberanía y los derechos de nuestro pueblo.

Así lo entiende la CTB.

¡Viva la integración de América Latina y el Caribe!

¡Vivan las trabajadoras y los trabajadores!

¡Viva la revolución cubana!

¡Venceremos!

Por: Divanilton Pereira (CTB)

Hablemos de… Marketing Sindical www.monagrillo.net

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