Fue al filo de la media noche del 20 de diciembre que las tropas bestiales del imperialismo norteamericano dieron la orden de invadir ala Repúblicade Panamá, utilizando armamento de tercera generación, que inaugura, siendo utilizados más tarde en sus criminales guerras del medio oriente.
Muchos panameños desorientados y engañados calificaron este genocidio contra nuestra Patria y nuestro pueblo, de “acción de liberación” por parte de los colonialistas norteamericanos. Sin embargo, el verdadero móvil del felón y punitivo ataque yanqui, en el que hasta ahora no se ha establecido la cifra real de muertos ?que van desde cientos hasta miles?, más la destrucción material, fue cerrar la posibilidad que se abrió con el tratado sobre el Canal de Panamá de 1977 en que se eliminaba la colonial Zona del Canal, se estatizaba el Canal y se cancelaba la presencia del Comando Sur con su consiguiente desocupación militar.
Con estas conquistas del pueblo panameño se abría el camino de culminar nuestra liberación nacional, sueño acariciado desde Justo Arosemena en el siglo XIX y bandera de combate patriótico a lo largo del periodo republicano. La justificación fraudulenta de la invasión, de que buscaba detener al General Noriega por el delito de narcotráfico, fue una burda y descarada patraña, propia de los sicarios y matones como Bush padre e hijo, para eliminar la posibilidad de un Panamá libre y soberano. Los gringos hubieran podido detener a Noriega sin recurrir al crimen de lesa humanidad.
La invasión y ocupación de nuestro país restauró el poder oligárquico, el mismo poder que condujo a Panamá al desastre en 1968, dando paso al golpe militar. Esa oligarquía, incapaz por si sola, de garantizar la estabilidad pretendida por los yanquis con la invasión, sonsacó a los centro-derechistas del PRD para cogobernar por medio de la alternancia bi-partidista durante 20 años. Esta coalición transitoria política, favorable a los intereses de los invasores yanquis nos llevó de “Guatemala a guatepeor”.
Toda la tragedia que se encima actualmente sobre nuestro pueblo tiene su origen en la agresión y ocupación norteamericana al final del siglo pasado y la administración bipartidista que se montó. La llamada democracia, fruto de esa invasión es el orden que estamos viviendo bajo el monopolio de la partidocracia plutocrática; es el orden de la marginación popular, de la exclusión social, es el orden de la corrupción institucionalizada, es el orden
de la inseguridad pública y la criminalidad, el orden del desastre de los servicios públicos, es el orden del robo del territorio nacional y es el orden que ha dado cabida a una nueva forma de ocupación yanqui, sofisticada y simulada por el servicio que le están prestando cipayos panameños bajo el ropaje de combatir el narcotráfico y el terrorismo, pero que en el fondo se esta construyendo una fuerza de contrainsurgencia para reprimir la protesta popular como pasó en Bocas de Toro y en Ngabe Buglé, en 2010 al defender el patrimonio natural minero y los derechos de los trabajadores.
A más de dos décadas de este suceso imperialista, que ensangrentó a mansalva a mujeres, niños, ancianos, jóvenes, hombres inocentes, la vida de nuestro pueblo ha desembocado en un gran antagonismo que nos conduce a un gran deslinde histórico. Por un lado las fuerzas accesibles al poder, tanto del Gobierno de turno como las que les hacen de oposición sólo pensando en las próximas elecciones, por comisión u por omisión marginan las necesidades inaplazables del pueblo, ofreciendo más de lo mismo y peor.
Por otro lado la tragedia que nos provocaron los imperialistas y la oligarquía, el 20 de diciembre del 89, es la catapulta que esta lanzando al pueblo panameño, frustrado, a buscar su propio camino que nos conduzca a una verdadera democracia, de participación pluralista, con justicia e inclusión sociales y a romper finalmente con el persistente neocolonialismo yanqui que nos sigue carcomiendo y aherrojando.
El mayor homenaje y recordación que podemos rendirles a los mártires y héroes que enfrentaron la invasión es construir y consolidar el proceso de acción común del pueblo, que esta tomando forma y concentrando la fuerza necesaria para un desenlace progresista de todo el pueblo.
Ahora si le toca al pueblo, no hay tiempo que perder.
¡La unidad de acción es el camino¡
Rubén D. Sousa B.
Coordinador General
Presidium del Partido del Pueblo
Panamá, 11 de diciembre de 2011